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Le cuestionan a Griffith haber mantenido que hay elementos que forman parte de la identidad paraguaya que no están sujetos a cambios dictados desde “centros” extranjeros; no haber reconocido la supuesta autoridad de los chilenos y haber sostenido realidades fácticas sobre la vida antes que las lucubraciones filosóficas que aquellos “centros” pretenden imponer.
La red de ONG, que financia George Soros, impulsa lo que se denomina “globalismo”, no porque crea en la “aldea global” de MacLuhan, sino para reemplazar a la democracia por una gobernanza internacional corporativa.
Las ONG necesitan degradar la idea de nación, y sus consecuencias lógicas, el Estado y la democracia nacionales, para lograr la imposición del corporativismo y por eso atacan los elementos de la identidad nacional. No solamente en Paraguay.
Pero los paraguayos somos una realidad sociológica. Una nación culturalmente homogénea formada durante cinco siglos. El guaraní es, tal vez, su característica más significativa, por eso lo odian. Nuestra comida, nuestro tereré, nos diferencian y por eso los desprecian.
Es obvio que entre los paraguayos tenemos diferencias sobre si algunos otros elementos forman nuestra identidad. Y es lógico que las haya porque somos cada vez más libres. Pero aquel mínimo común denominador de elementos identitarios es evidente por sí mismo.
Los paraguayos podremos tal vez cambiar con el tiempo como consecuencia de nuestro debate democrático, pero jamás por un diktat de consultores extranjeros con la orden de menoscabar lo que somos para convertirnos en lo que ellos quieren que seamos. Hitler y Stalin parecen aprendices al lado de este proyecto de ingeniería social de la red de ONG.
La idea de iluminados que deben resolver por nosotros, los comunes, nuestro propio destino no es una idea nueva. Desde Platón está la escuela filosófica que cree que somos ovejas requeridas de pastores, no pensantes. Lo denuncia Karl Popper en “La Sociedad Abierta y sus Enemigos”.
Antes era la voluntad de dios, el Derecho Divino, el nombre de esta usurpación, después la vanguardia hegeliana y ahora los usurpadores suponen que por haber estudiado en Harvard, tienen derecho a gobernar.
Harvard no otorga ningún derecho. Esas escuelas no son más que lugares donde se tejen redes de influencias y se leen manuales ya perimidos cuando se terminan de leer. La idea de que los consultores saben mejor que nosotros sobre nosotros es una estafa comparable a la que logró que la gente se someta al absurdo de que algún dios elige a alguien para gobernar.
Por supuesto, como el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente, como lo hizo notar Lord Acton, la red mundial de ONG, no controlada ni auditada por nadie, busca imponer sus creencias como hechos, contra la evidencia científica, negando, por ejemplo, que el embrión humano sea humano, a la altura de Pol Pot en Camboya.
El viceministro Griffith hizo notar todo esto en su debate. Con demasiada educación. Estuvo a favor del método científico, a favor de la autodeterminación y a favor de la democracia. Por eso lo condenan.