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El factor más importante es la baja cobertura de la señal de Internet en la zona, a lo que se suma el hecho de que no todos los padres de familia pueden comprarles a sus hijos los teléfonos de alta gama o una notebook que son necesarios para las clases virtuales.
Además, la gran mayoría de los padres de familia poseen una precaria preparación cultural por lo que difícilmente podrían hacer un acompañamiento de la educación de sus hijos. Para colmo existen numerosos maestros que no manejan la plataforma para enseñanza virtual.
Directores de algunas instituciones educativas de Alto Paraguay, que administran realidades más que preocupantes, aseguran que con las clases virtuales el 60% de los matriculados quedarán fuera del sistema educativo este año, considerando que apenas el 40% de los alumnos del departamento acceden a Internet. Otro panorama que manejan es una masiva deserción escolar.
La realidad de la educación en Alto Paraguay es lacerante, principalmente en numerosas comunidades indígenas en las que las necesidades se multiplican.
¿Cómo puede funcionar una clase virtual cuando en una población las personas deben subir a un árbol para tener cobertura de señal de celular y nada de internet? Es una forma de graficar con total claridad esa realidad de la que hablamos y muchos docentes, padres de familias y estudiantes se lamentan.
Las clases virtuales funcionan bien en Asunción, otras capitales
y grandes ciudades de la región oriental; en Alto Paraguay la realidad es muy diferente. Para hacer defensa de las clases virtuales, el ministro Eduardo Petta puso como ejemplo de conectividad a la “Chacarita”, peculiar sitio donde precisamente los habitantes están mejor conectados a Internet que en cualquier otro punto de Paraguay.
El MEC debe buscar otras alternativas para asegurar que los niños y jóvenes reciban enseñanza, ya que actualmente se está desvirtuando la educación.