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Primero pasó a Tailandia, Japón y Corea del Sur. En Estados Unidos el primer caso data del 21 de enero del 2020, luego Taiwán, y fue Francia el primer país europeo en vérselas con este mal el 24 de enero. Día tras día, la cifra de contagiados y decesos en razón de la pandemia comenzaron a incrementarse en todo el mundo. En Europa, las cifras de enfermos en España e Italia son terribles. A la fecha en que escribimos esta nota, en España habían fallecido 16.972 personas y en Italia 19.899. Estados Unidos, debido a que su presidente Donald Trump se resistió a tomar medidas con prontitud, hoy por hoy han fallecido 21.733 ciudadanos norteamericanos, especialmente en el estado de New York, debido a la enorme actividad aeroportuaria y portuaria que tiene la ciudad. Hasta esta fecha han muerto 112.000 personas en todo el mundo y están contaminados 1,8 millones. Aparentemente si comparamos estas cifras con la población mundial no son muchos, pero una vida humana es un proyecto de futuro que desaparece de repente y, además, está pandemia colapsa los centros hospitalarios impidiendo que se atienda normalmente a pacientes con otras enfermedades como cáncer, operaciones quirúrgicas, etc.
La epidemia a escala internacional ha sacado lo peor y poco de lo mejor de todos los países. En el Reino Unido, otro estado renuente a tomar medidas rápidamente, el Primer Ministro Boris Johnson cayó enfermo, revelando que la peste atrapa a ricos y pobres e, incluso, a los más poderosos. En España, ya acusan fuertemente a los representantes gubernamentales de no manejar bien la situación y atribuyen tanto a las autoridades sanitarias nacionales como a las llamadas comunidades autónomas el haber hecho compras nerviosas de equipos sanitarios y con sobreprecio. En Brasil, echan también en cara al presidente Jair Bolsonaro, actuar con parsimonia para adoptar medidas de protección, y a pesar de la fama de conservador en lo económico, aparentemente va a dar una ayuda a los cientos de miles de trabajadores de la economía informal.
En Argentina se está cumpliendo rigurosamente la orden del presidente de cuarentena, excepto para una población de alto riesgo de contagio como son los jubilados que acuden a los bancos y cajeros automáticos para retirar sus pensiones y salvaguardar sus pocos pesos ante la acometida de la inflación reptante en aquel país. En Cuba, asistimos a la indignidad de que el gobierno comunista saca a los nuevos esclavos contemporáneos –sus médicos internacionalistas– para trabajar en Italia y otros países, cuando su propia población está corriendo grandes riesgos de morbilidad y mortalidad. Increíblemente en el mundo absurdo de la Venezuela de Nicolás Maduro, existe un supremo riesgo con sus hospitales públicos sin agua, jabón y otros productos de limpieza y, en lugar de ser médicos y científicos quienes le hablan al público, son el mismo presidente y dos o tres altos funcionarios los que ordenan a la población qué “deben hacer” para evitar el contagio. Ergo: las dictaduras no admiten que otros les roben el espectáculo.
En una investigación hecha por el economista Gabriel Giménez-Roche del Instituto Económico Molinari, se detectó que los países más endeudados del mundo, con escasas excepciones han sido los que peor han reaccionado en controlar los efectos de esta pandemia. Entre los más endeudados tenemos a Japón, Italia, Singapur, Estados Unidos, Francia y España, y para la fecha en que fue hecho el estudio –1 de abril 2020– los países con mayor tasa de mortalidad del covid-19 por millón de habitantes eran Italia con 151,6; España con 30,7; Reino Unido con 11,3; y Suecia con 10,1. Cabe destacar que en esa fecha Estados Unidos no tenía tantos contagiados. La lección que podemos sacar del estudio de Giménez-Roche es que el endeudamiento en tiempos de normalidad ha sido nefasto para soportar luego las finanzas públicas en tiempos de angustia y gran tensión como ahora. También alerta el sagaz economista que es posible prever un proceso inflacionario en esas economías endeudadas, porque pueden monetizar sus deudas públicas a través de los bancos centrales independientes como la Reserva Federal y a través del Banco Central Europeo, el cual ya está siendo presionado fuertemente por España e Italia.
De igual forma, en lo que respecta a la economía mundial están avecinándose las sombras de una recesión quizá con una poderosa y nefasta alza de la inflación. En Estados Unidos, donde Trump había elevado los niveles del empleo enormemente, 16 millones de personas han perdido la prestación por desempleo (1 por cada 10 trabajadores). Para América Latina se estima un descenso en el PIB del 4,6%, sin mencionar los casos de Venezuela y Argentina. China continental, la gran locomotora del crecimiento mundial anuncia con cifras oficiales, que la producción industrial en los meses de enero a marzo, bajó un 13,5%, y la inversión en activos fijos en el mismo lapso se redujo un 24,5%. En Europa los estimados de crecimiento del PIB para la Eurozona son -3,0%, Reino Unido -2,0%, y en Suiza 1,2%.
Ante tal exhibición de bajas en el crecimiento económico e incertidumbre, la Reserva Federal anunció una reducción de las tasas de interés hasta un 0% y un paquete de compra de activos (bonos del Tesoro) y activos hipotecarios por US$ 700.000 millones (un 30% del PIB de Estados Unidos) además que los bancos centrales de Canadá, Europa, Japón y Suecia se suman a este programa masivo de inyección de liquidez mundial.
Esto es, se han descalabrados casi todos los aparatos productivos en el mundo, se han desquiciado tanto la oferta como la demanda global, hasta el turismo mundial ha desaparecido. No es fácil entonces decir que las economías se recuperarán al socaire de políticas monetarias expansivas que ayudan más a engordar los gobiernos de todos los países más que la reactivación de la inversión privada, el emprendimiento, los buenos negocios y, sobre todo, la confianza.
¿Ha fracasado el capitalismo? No. Han fracasado los gobiernos populistas, los carismáticos, y los dictadores permanentes como el de China. [©FIRMAS PRESS/SEV]
*Seminario Económico Latinoamericano.