Derrota al coronavirus impone cambios

Derrota al coronavirus impone cambios en la relación social para recuperar la actividad.

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La pandemia del coronavirus covid-19 ha paralizado el mundo forzando a los gobiernos someter a la población a confinamientos para controlar la emergencia. La paralización está llevando a cerca de 600 millones de habitantes del planeta a la pobreza. El confinamiento y las cuarentenas son medidas de emergencia necesarias pero insostenibles indefinidamente, que además se cumplen solo parcialmente, sobre todo en países de América Latina, caracterizados por la informalidad y la desigualdad.

El coronavirus ha destrozado la organización social y para hacerle frente urge cambiar los paradigmas de la relación social generando nuevas condiciones para recuperar la actividad.

No podemos evitar los hechos calamitosos, pero lo que sí podemos hacer es controlar cómo reaccionamos y cómo gestionamos tales hechos. La gestión de crisis es la que marca la diferencia y en el tema del coronavirus la realidad demuestra que la estrategia más acertada tiene como mínimo el componente político, el de salud y el económico.

Thomas Kuhn en su obra “La Estructura de las Revoluciones Científicas” llamó “paradigmas” a las “realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica” que “son lo bastante incompletos para dejar muchos problemas para ser resueltos por el grupo…”. En ciencias sociales, “paradigma se emplea para mencionar a todas aquellas experiencias, creencias, vivencias y valores que repercuten y condicionan el modo en que una persona ve la realidad y actúa en función a ello”. Paradigmas sociales son “modelos de comportamiento que aplicamos en nuestra vida de forma rutinaria y que simplifican nuestro actuar”.

La pandemia del coronavirus ha modificado y, en algunos casos, anulado los modelos de comportamiento social, ha fracturado la rutina de la gente, obliga a nuevas conductas como “la distancia social”. Ya hay nuevas maneras sociales impuestas por el coronavirus, nuevos paradigmas. Por ejemplo, el Dr. Anthony Fauci –director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID) de los Estados Unidos— y máximo responsable de la lucha contra el coronavirus en ese país, afirmó que “darse la mano” una costumbre muy occidental “sea erradicada para siempre para evitar nuevos brotes infecciosos a futuro”.

El estudio “El precio de la dignidad” de Oxfam, señala que “entre el 6% y el 8% de la población mundial podría caer en la pobreza a medida que los gobiernos paralizan la economía para controlar la propagación del coronavirus”. Esto representa que “el número de personas que viven en la pobreza podría aumentar entre 434 millones y 611 millones”. Con ese número adicional de pobres, los que ya eran pobres antes de la pandemia estarían condenados a la hambruna.

Según informe del Fondo Monetario Internacional el año 2017 América Latina superó al África Subsahariana en los “empleos informales” que se estiman en el 46,8% del empleo en la región, esto es que alrededor de 130 millones de latinoamericanos tienen empleos informales. La informalidad es creciente y va desde el 30,7% en Costa Rica hasta el 73,6% en Guatemala, con indicadores de 36,5% en Brasil, 46,8% en Argentina, 49,3% en Ecuador, 53,8% en México, 54,5% en Colombia, 64% en Perú y la información de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que “el empleo informal supera el 70% en Bolivia, Honduras y Nicaragua”.

La “economía informal” o irregular es “la actividad económica invisible al Estado por razones de evasión fiscal o de controles administrativos”. Según el informe de la OIT de 30 de Abril de 2018 “la economía informal emplea más del 60% de la población activa del mundo”. En general los empleos informales dan ingresos de día a día o de periodos cortos, lo que hace que cuando se interrumpen cesa abruptamente el ingreso.

En estas condiciones no existe manera de compensar ingresos ni de proporcionar medios de sobrevivencia con cuarentenas y confinamientos prolongados, lo que lleva a que más pronto que tarde tales disposiciones no se cumplan, constituyan causas de rechazo y de conflictos, creando escenarios para activar desestabilización y atentados contra la libertad, los derechos humanos y la democracia.

Así resulta urgente que el elemento político de la gestión de crisis, los líderes y gobiernos del mundo, activen lo más pronto posible mecanismos para salir de las cuarentenas y los confinamientos. Impulsar el cambio de paradigmas de las relaciones sociales y activar la sociedad con medidas que eviten la propagación de la enfermedad, pero que no estrangulen al ciudadano condenándolo a la miseria o al desacato. [©FIRMAS PRESS]

*Abogado y Politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy.

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