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Desde el principio, el comunismo con su ideología no se interesó por toda la sociedad, sino solamente por un sector de ella, , por las masas trabajadoras de la sociedad industrial. Es una opción social no sólo exclusiva, sino también activamente excluyente, porque su estrategia fundamental es la lucha de clases sociales: “proletariado contra burguesía”.
Después, Mao en China, movilizando al campesinado, en vez de a la clase trabajadora industrial, con el maoísmo hizo su sangrienta revolución asesinando a millones de conciudadanos no comunistas.
El comunismo impone la socialización de los medios de producción y elimina la propiedad privada (para todos ¡menos para los dictadores del comunismo!). Se declara a sí mismo “socialista”, a pesar de que su opción social es parcial exclusiva y con pretensión totalitaria y de que se propone la lucha interna de la sociedad hasta destruir una parte vital y creativa de la sociedad total.
La primera gran mentira del comunismo es calificarse de socialista, cuando la verdad es que son los verdugos criminales del genocidio más cruel y masivo de la humanidad, asesinando a más de 120 millones de ciudadanos pertenecientes a decenas de países.
En los países gobernados por los comunistas no sólo no se ha liberado al proletariado, la llamada clase trabajadora y la campesina, sino que la han hundido más en la pobreza colectiva. Como prueba de este hecho bastan dos indicadores: la renta per capita y el salario mínimo. En todos los países en que el comunismo ha tomado el gobierno, en poco tiempo ha bajado la renta per cápita. Y el salario mínimo cae a niveles humillantes y escandalosos, tal es la situación de Cuba, donde los trabajadores reciben 15 (sí, quince) dólares por el trabajo de un mes o el más escandaloso caso de Venezuela, donde los trabajadores reciben como salario mínimo 5 (sí, cinco) dólares al mes. Para que el lector paraguayo pueda interpretar mejor el significado de estas cifras, le recuerdo que el salario mínimo en Paraguay es de 340 dólares al mes, cantidad semejante a la de la mayoría de los países de América Latina. Con estos dos indicadores económicos es evidente que el comunismo ha fracasado socialmente incluso con su clase social favorita.
Pero el fracaso social del comunismo no está solo en elegir como estrategia política la insociable y delictiva lucha de clases sociales, ni en el inhumano y trágico genocidio (del que escribí hace dos lunes en esta columna de opinión) ni en la insignificancia radical e injusticia laboral y social del salario mínimo, sino además en la esclavitud impuesta, robándole a toda la sociedad (también a la clase trabajadora) las libertades de información, expresión, prensa, educación, política. La censura es férrea, el internet restringido y bajo espionaje, los medios masivos de comunicación y los teléfonos celulares controlados, etc.
El fracaso social se confirma en los millones de ciudadanos que han huido y siguen huyendo como emigrantes y no vuelven a su país mientras perduren los comunistas en el gobierno.
El comunismo acrecienta el fracaso social apoyando y protegiendo al terrorismo, asociándose con él, porque luchan por la misma causa, con la misma ideología y estrategia, Los terroristas son punta de lanza del comunismo, destructores radicales de la sociedad democrática, Secuestran, torturan y matan fríamente a personas inocentes e indefensas, a los que ellos llaman burgueses y a los que trabajan con los empresarios, ganaderos y agricultores,
A cambio de dinero negro, manchado de sangre, los comunistas promueven, protegen y encubren a los narcotraficantes, socios del terrorismo y los tres destruyen lo más valioso de nuestra sociedad: los jóvenes, adolescentes y niños a quienes engañan vendiéndoles dependencia y muerte cerebral con máscara de placer.
Las manifestaciones recientes en Chile y Bolivia y el comportamiento criminal del comunismo de Nicaragua evidencian la naturaleza violenta, antisocial e inhumana del comunismo.
En este breve artículo presento hechos más que ideas. Los hechos desnudan al comunismo, que es un movimiento político con vocación de tiranía social.