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Pero tenía yo unos vecinos que acogían, mientras estaba en puerto, a un marino mercante que a los del barrio nos abría las entendederas con sus cuentos del vivir en otras partes, asaz distinto a la mortecina existencia cubaniche.
El tipo era simpático y dicharachero como él solo, que además de organizar un güiro en cualquier “gao”, poniendo un pomo o dos de whisky o ron de exportación, cuando se agotaban le metía al alcohol de botica sin melindres de ninguna especie.
Este envidiado hombre de la mar océana refería prodigios como el de que la gente pudiera adquirir una casa o un automóvil nuevo sin el aval del presidente del país o del jefe provincial del partido. O escoger una iglesia en la cual rezar o un político al que votar sin poner en peligro su futuro profesional.
Entre los sitios que más maravillaban al auditorio estaba Corea del Norte, tanto por lo remoto y exótico cuanto por sus extravagancias incluso dentro del universo socialista. Resulta que Kim Il Sung, creador de una dinastía y de la luminosa idea suche, había orientado suplementar el estiércol para abono con detritus humano, sin temor a la transmisión de enfermedades y otras zarandajas de la propaganda imperialista.
Y era así como en Pyongyang, una aburrida capital de edificios sin elevador, no muy altos e idénticos, hacia las 5 de la tarde sonaba la campana del carro de la mierda y salían corriendo todos los norcoreanos del vecindario por las escaleras para depositar el contenido de su lata de excrementos en el camión que los recogía.
Bueno, de entonces acá Norcorea ha progresado lo indecible. Ahora la dirige Kim Jong Un, nieto del fundador, y cuenta con rascacielos, cohetes intercontinentales y armas nucleares, aparte de racionalizar la recolección de porquería, que ya no depende de la diligencia o desidia del personal.
Acabamos de conocer que se han establecido metas científicas, con el aliciente añadido de que aquellos domicilios que las cumplan no se verán expuestos al pago de las multas que también se han fijado para las viviendas que por dejadez u otras razones no lleguen a la cuota. Esta es de apenas 100 kilogramos (220 libras) a lo largo del año, cantidad fácilmente alcanzable para cualquier núcleo familiar.
Bien es cierto que existen familias, como las compuestas por una pareja de ancianos, que aducen no poder por sus ingresos o apetito echarle al cuerpo lo suficiente como para después dar del mismo lo que se exige. Y también determinadas conductas antisociales de individuos desaprensivos que hurtan la caca de los vecinos para cumplir sus propios compromisos. Pero son situaciones que la iluminadora idea suche no tardará en solucionar.
Aunque siga habiendo quien piense que las sociedades comunistas, no sólo la norcoreana, la soviética en su momento, las europeas y asiáticas, hasta las un poco ridículas americanas como la venezolana y la cubana, son exclusivamente eso de lo que venimos hablando: puros vehículos de inmundicia.
[©FIRMAS PRESS]
*Analista político.