Karai Francia: guía de nuestra independencia

El 20 de setiembre de 1840, un día antes de la primavera, dejó de existir un paraguayo auténtico: el Dr. José Gaspar de Francia, el conductor coherente y firme de la independencia del Paraguay. El Dr. Francia fue capaz, sin necesidad de repetir a Rousseau, de expresar el sentimiento de una colectividad que tenía un idioma propio y experiencias compartidas en el tiempo y en parte de un espacio que hoy lo conocemos como América del Sur. José Gaspar de Francia a los 19 años recibió, en la Universidad de Córdoba, el Doctorado en teología y Maestro en Filosofía propios de la alta educación de esa época dirigida a una pequeñísima demanda.

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Orientó con sabiduría el delicado proceso de nuestra independencia, que desde el momento en que España dependía, en esa coyuntura, del poder francés, no era necesario expresar nuestra autonomía de un poder disminuido, sino sobre todo expresar nuestra autonomía de la Junta Gubernativa de Buenos Aires, y de los afanes torpes del Gobernador Velazco, años antes de que la monarquía portuguesa se afianzara en el Brasil.

La nota enviada el 20 de julio de 1811 a la Junta Superior Gubernativa de Buenos Aires, sin utilizar el término independencia, expresa magistralmente el mismo contenido cuando señala: “…se engañaría cualquiera que llegase a imaginar que su intención (de la Junta Gubernativa del Paraguay) había sido entregarse al arbitrio ajeno. En tal caso nada más habría adelantado, ni reportado otro fruto de su sacrificio, que el cambiar unas cadenas por otras y mudar de amo… el pueblo del Paraguay desde ahora se muestra celoso de su naciente libertad, después que ha tenido el valor de recuperarla”.

Francia conoce con toda claridad el fin del gobierno, y tiene plena consciencia que para llevar adelante esa idea política, necesitaba el acompañamiento firme de la expresión popular, que en ese momento era una manifestación sentida y profundamente vivida en las reuniones de amigos, parroquianos de la Iglesia, en sus festividades, etc.

El apoyo popular Francia no lo buscó en las oligarquías de su tiempo (terratenientes, comerciantes ricos, etc.), por eso tenía dudas sobre el papel del “Cabildo”, en donde se hallaban representados los ciudadanos más conservadores del país. Su primera gran tarea fue articular un cabildo en donde predominaba la representación popular.

Durante su gobierno, la base social que siguió con firmeza la idea de la independencia fue el campesinado. El pensamiento francista, con los cambios requeridos por el tiempo que nos toca vivir, merece ser estudiado a fondo. Hoy en día la democracia no admite oposición; necesita ser, no solo aprendida racionalmente, sino sobre todo vivida en nuestra experiencia colectiva de todos los días, en donde ella pueda aplicarse.

(*) Sociólogo y exsenador de País Solidario.

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