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Para el experto, los guaraníes también convivieron en una especie de comunismo religioso, que no tiene nada que ver con el marxismo. “Las plantas y los animales no tienen dueños. Como no somos de aquí, nada es nuestro, pero a la vez podemos utilizar lo que hay a nuestro alrededor. La propiedad es comunitaria”, aseguró.
“Ellos buscan el Tekokatu, la vida perfecta. Por eso tienen que convivir con plantas y animales en buenos términos. Tienen miedo de los espíritus de los animales. No podían comer los animales por comer. Dependiendo de la etnia o parcialidad pueden comer animales, siempre y cuando no alteren el ecosistema”, puntualizó el antropólogo.
“Ñandejára, es una imposición. Los guaraníes dicen que no tienen jara, sino que son libres. La traducción vino del cristianismo”, acotó Galeano.
Cuando la persona llega al estado más elevado, que es el aguyje, el estado de gracia o plenitud, pueden transportarse al Yvy Marane’y (Tierra sin mal) que es eterno y espiritual. El guaraní distingue el cuerpo del alma.
“Somos almas que hablamos, la carcasa no existe o tiene poca importancia, dice León Cadogan. No hay cielo ni infierno en la religión guaraní. En la vida real existe el Tera’o (sacarse el nombre). Golpear a un hijo, cosa que no es habitual en ellos, es una conducta impropia y se paga con Tera’o.
“El que tiene carga de consciencia, vive mal, entonces tiene que convocar a los miembros de la comunidad y cambiar de nombre por la falta que cometió y se pone un nuevo nombre, para que vuelva a vivir bien” comentó Galeano. El profesor acotó que quien cambia de nombre pierde estatus.