Ortiz Guerrero, el inmortal de Villarrica

Ataviado con su eterna capa que ocultaba los rastros de la lepra, Manuel Ortiz Guerrero se apareció días atrás como un triste fantasma frente a los presentes que acudieron a la inauguración de la Casa de la Cultura en Villarrica. Bajo las imponentes alas de un Panambi Vera, una estatua viviente rendía homenaje al laureado poeta guaireño. La sorpresa cumplió el objetivo de rescatar el legado cultural del inmortal Manú.

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VILLARRICA (Pablo Gastón Ortiz, corresponsal). Fue en la noche del jueves pasado, luego del acto protocolar y del tradicional corte del listón para la inauguración oficial del edificio alquilado para que allí funcionen las escuelas municipales de arte. Primeramente, las autoridades comunales y los invitados ingresaron a las galerías de arte, donde se exponen una serie de pinturas y fotografías de artistas villarriqueños que también son ofertadas al público.

La directora de cultura, Patricia Núñez de Ayala, se puso frente a la puerta de acceso al salón principal, como un guardia celoso para impedir el acceso a los fotógrafos, periodistas y otros curiosos. La sorpresa no podía ser arruinada.

Mientras los presentes admiraban los cuadros, desde el segundo piso y por una escalera descendió un joven violinista mientras hacía sonar la guarania “Villarrica”, de Aniceto Vera Ibarrola.

La conocida pieza musical exaltó el espíritu de los guaireños y allí fue que la profesora Patricia dejó libre el acceso al interior. En medio de una espaciosa habitación estaba Manuel Ortiz Guerrero, o al menos era su figura: un hombre con el sombrero del trovador, su traje y camisa, su moño alargado y su característica capa; la capa que caía desde los hombros y que ocultaba sus enguantadas manos.

A sus espaldas se dibujaron las alas de una mariposa, en alusión a los versos de Panambí Vera –musicalizados por José Asunción Flores– en donde anhela un descanso eterno bajo sus aleteos. Frente al fantasma de Manú se dramatizó el poema “Loca”, un canto desesperado del alma del poeta, enloquecida tal vez por la lepra, enfermedad que lo llevó joven a la tumba.

Durante el recitado, la estatua viviente posó con la mirada gacha y oculta bajo su sombrero, como aparece en el monumento del Parque Manuel Ortiz Guerrero de Villarrica. Y siguió así mientras el espectáculo continuaba con la actuación del ballet municipal, de la Prof. de música Silvia Núñez y el coro polifónico comunal, como una pequeña muestra de las 15 escuelas y talleres de arte que funcionarán en la Casa de la Cultura.

Los cursos de música, canto, danza, vocalización, arpa y guitarra antes eran dictados en el Museo Municipal; pero las instalaciones eran muy precarias. Antaño, la propiedad alquilada era un espacio de encuentro entre artistas y en el 2005 fue adquirida por una congregación de monjas españolas. Está ubicada en la calle Hernandarias, entre General Díaz y Carlos A. López y ahora las religiosas lo arriendan a la Municipalidad, bajo la administración del intendente Gustavo Navarro (ANR), y su inauguración se enmarca dentro de las actividades por la fundación de la ciudad, que se recuerda el 14 de mayo.

Lo llamativo es que horas previas a la inauguración, entre bromas, muchos guaireños rumoreaban sobre la aparición de fantasmas en la Casa de la Cultura. Y no porque veían venir al espíritu de Ortiz Guerrero, sino porque en el lugar, hasta hace solo unos meses y de la mano de las monjas, funcionaba la famosa casa de velatorios “La Guaireña”.

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