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CAACUPÉ (Pedro Gómez Silgueira, Celso Ríos y Marcos Giménez). A sus 73 años, doña Anacleta Arzamendia Vda. de Montiel sigue sosteniendo la caña de azúcar que al pasar por los rodillos de su viejo trapiche de madera deja fluir el dulce zumo.
La ayudan en la tarea su incansable compañero, el buey “Blanco”, y su hijo José Tomás. Esta vez está contenta porque una de sus hijas, Sonia, regresó de España luego de diez años y le trajo un nieto, el pequeño Xavier de un año y siete meses.
Otro de los trapiches, aunque movido con motor de motocicleta, es el que utilizan Pablo Paredes Coronel (61) y su socio Amalio González.
Paredes tiene 14 hijos y hace quince años se dedica a este rubro en Caacupé para la festividad mariana. El resto del año trabaja como macatero. “El año pasado vendí unos 500 litros, pero ahora parece que el panorama está mejor”, vaticina.
Bajando el cerro, en el Kilómetro 50 se multiplicaron las chiperías que comenzaron con “Tatakua morotî”, hace 60 años, de la mano de don Faustino Ferreira (87).
Sus once hijos se dedican a la tarea y han expandido sus chiperías junto a las de otras familias que se instalaron en las cercanías.
Víctor Ferreira (60), el mayor, junto con su esposa Norma Medina y sus hijos, asegura: “luchamos”. El año pasado las ventas fueron escasas, pero esta vez espera una mejor suerte.
Toda la familia se embarca en el negocio a la vera del camino, donde la pequeña Rosalía es la encargada del tereré.
Chipería “Pablito”, de su hermano Lorenzo Ferreira (42), también sumó varios productos caseros tradicionales como la butifarra, sopa paraguaya, chipa guasu, cocido, que reponen las energías en la caminata.