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Los loros habladores eran ofertados a 250.000 guaraníes cada uno, mientras que las cotorras, muy pequeñitas, vendían a 50.000 guaraníes. En otra caja de cartón estaban varias tortuguitas que costaban 40.000 guaraníes cada una. No es la primera vez que los nativos van a la fiesta de Caacupé para ofrecer estos animales, cuya comercialización está prohibida. La Secretaría del Ambiente también debería enviar a la Villa Serrana a sus funcionarios para controlar la venta de animales, que mientras esperan a sus futuros nuevos dueños, sufren bastante.
Los nativos se percataron de nuestra presencia y no quisieron hablar del tema. Se alejaron de la vereda y allí se pudo apreciar que las aves estaban comiendo pan mojado con leche.