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En una de las esquinas de la Basílica, Ana Delgado y Elvira Giménez ofrecían el infaltable chipa barrero, de noche y de día, durante todas estas fechas. Para acompañar había butifarra casera y cocido con leche.
Desde niñas se dedican al rubro con el que se familiarizaron gracias a sus antepasados. “La diferencia con otra clase de chipa es que en Barrero se le ponen mucho queso y huevo”, precisa.
Asegura que cada año llegan hasta la villa serrana, pero el resto de los meses están en la chipería “Liza” de Luque o “Andresito”, una de las más antiguas de Barrero, en la compañía Capiipé.
Otro rubro, que muchos creen en extinción, pero sigue tan vigente, es la venta de velas de sebo. Los compradores las adquieren para bendecirlas y llevárselas a sus casas para utilizarlas como remedio casero.
Nancy Sosa (23), una de la vendedoras, quien llegó desde Ciudad del Este con toda su familia, asegura que es bastante usual la compra de estas velas para su uso medicinal.
“Todos los años vengo desde pequeña con mis padres para las ventas”.
Varias vendedoras de Central que llegan hasta Caacupé se surten en el Mercado 4 de estas velas utilizadas para fricciones en casos de contusiones, golpes y contra la frialdad.