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Mientras el Presidente de la República y sus asesores ninguneaban las investigaciones y las publicaciones periodísticas, se puso a toda la estructura a operar para hallar a los presuntos traidores.
En medio de las denuncias el Gobierno no dudaba en hablar de “internismo” dentro de las FF.AA. Aludieron a esposas de altos mandos, sospecharon de otros altos mandos y no dudaron también en culpar a una “campaña de desprestigio”. Lo que en ningún momento hicieron fue lograr desmentir la malversación de recursos que realizaron Gonzaga Garcete y su esposa Lucía Duarte de Garcete.
Se comprobó fehacientemente que se utilizaba la estructura de las FF.AA. para poner en marcha una fundación donde la señora Duarte se autodeclaró como “UNA ESPECIE DE MAMÁ”. Cartes, lejos de intervenir con mano dura, se limitó a sacar la Fundación fuera del predio militar, ignorando que dejaba un hecho punible sin castigar.
La cosa llegó más lejos porque se probó de qué manera Duarte de Garcete cobraba un salario sin presentarse a trabajar. Los días en que se ausentaba con excusa de influenza u otros males, era fotografiada cantando con su grupo coral o paseando detrás de su Fundación.
Este escándalo encuentra al gobierno de Horacio Cartes más preocupado por ningunear las denuncias que por investigarlas. Y agravando la situación, ahora se confirma que cometieron serias ilegalidades para violentar la comunicación de un periodista y obtener registros de sus presuntos informantes. Si algún detalle grave faltaba es que mientras estaban ocupados monitoreando a presuntos traidores que hablaban con una periodista, el EPP se llevaba su tercer secuestrado vigente: un adolescente menonita de clase modesta. Lo hicieron en las narices de su sistema de “inteligencia”.