Cajubi pagó las pólizas y muchos “pasaron a mejor vida”

Eduardo García Obregón, testigo directo y parcialmente partícipe en la trama de los 57 millones de dólares canadienses de Cajubi que se perdieron en Canadá, cuenta todo. Da nombres, fechas, números de cuenta, documentos, fotografías. A semanas del juicio, queda claro que solo se conoce una parte pequeña, y bastante distorsionada de la historia, y que hay varios actores protagónicos, paraguayos y extranjeros, que tienen mucho que responder y a los que ni siquiera se les ha preguntado.

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CANADÁ (Armando Rivarola, enviado especial).- El llamado “robo del siglo” consiste en la desaparición de US$ 176 millones de los ahorros jubilatorios de los trabajadores de Itaipú en el período de Nicanor Duarte Frutos (2003-2008) como Presidente de la República, de Víctor Bernal como director paraguayo de la entidad y de Víctor Bogado Núñez como presidente de la Caja Paraguaya de Jubilaciones y Pensiones del Personal de Itaipú Binacional (Cajubi).

De ese monto, 57 millones de dólares canadienses fueron a Canadá (C$, casi igual en US$), unos US$ 30 millones se esfumaron a través del venezolano Marcelo Barone, que se mudó con la plata a Gran Bretaña a darse la gran vida, y hay US$ 89 millones que nadie explica a dónde fueron a parar.

Cajubi en Canadá

La historia de Cajubi en Canadá comienza en 2005 con un bróker argentino llamado Arturo Girardi y una empresa canadiense denominada Universal Settlements International (USI), creada en 1997, cuyos accionistas eran Antonio “Tony” Duscio, presidente de la compañía, Jeff Panos y Chris Halas.

Por el intercambio de correos electrónicos a cuyas copias accedimos, evidentemente Girardi tenía una estrecha relación con las autoridades de Cajubi de la época a través de otro argentino, o uruguayo, llamado Eduardo García Mascheroni, tocayo de Eduardo García Obregón, este último canadiense de origen guatemalteco a quien presentamos en la nota de ayer y con quien conversamos largamente en un lugar cercano a Toronto.

Negocio macabro

USI se dedicaba a un negocio bastante macabro, pero muy lucrativo, según afirmaban, aunque de alto riesgo. Lo llaman “life settlements” en inglés, “acuerdos viaticales” o “de vida” en castellano.

Consiste en comprar pólizas de vida a gente mayor que prefiere obtener un monto en efectivo hoy a cambio de ceder el derecho de cobrar el valor facial de la póliza en el momento de su muerte. Así se genera un mercado secundario, donde el adquirente vuelve a negociar parte o toda la póliza con terceros.

Típicamente, quien vende su póliza está en Estados Unidos, donde la transacción aparentemente es legal. Como ejemplo, una persona “X” tiene una póliza universal con un valor facial US$ 1 millón, que debe pagarse, al momento de su fallecimiento, a un beneficiario nombrado por ella. Otra persona “Y” le adelanta, digamos, un tercio del valor facial, y se queda con el derecho de beneficiario y la obligación de pagar las primas correspondientes para que la póliza se mantenga activa. Luego, la persona “Y” le ofrece invertir a la persona “Z” y le transfiere, a su vez, el derecho a cobrar todo o parte de los dos tercios restantes cuando la póliza “madure”, eufemismo que utilizan para indicar que el titular pasa a mejor vida.

Cálculo de riesgo

Para calcular el riesgo y el rendimiento de la inversión, presentan una evaluación actuarial que incluye una estimación de la expectativa de vida. Cuanto más rápido muera la persona, o “madure” la póliza, mayor será el rendimiento, y viceversa.

Supuestamente el cobro está garantizado –aunque no se sabe cuándo– toda vez que se paguen puntualmente las primas a la compañía aseguradora, para lo cual se establece una reserva exclusivamente destinada a ese fin, que generalmente consiste en separar un fondo suficiente para cubrir el triple de la expectativa de vida estimada.

Aun si se pagan las primas y se cumplen todas las cláusulas contractuales, el negocio es de por sí riesgoso, porque nadie sabe a ciencia cierta cuándo se producirá la “maduración”. Pero en el caso de Cajubi lo fue mucho más, como veremos en esta serie, porque los administradores de turno aceptaron condiciones insólitas con la poco disimulada intención de elevar deliberadamente los montos, y por ende las comisiones, sin importarles ni la factibilidad ni el futuro de las pretendidas inversiones.

“Zona gris”

Eduardo García Obregón había emigrado de Guatemala a Canadá en 2003 y se hizo vendedor del producto de USI como contratista independiente, aunque por medio de una empresa con nombre similar (USI Latin America), que Tony Duscio le permitió crear para canalizar a través de ella a los clientes de América Latina, con la intención de expandirse en esta región.

Cuenta que el negocio de los life settlements estaba en una “zona gris”, porque, si bien no era técnicamente ilegal, no estaba regulado y generaba sospechas y presiones por parte de los organismos supervisores, que deseaban poner un ojo en el sector y controlar ese tipo de transacciones financieras no tradicionales.

Tony Duscio llevaba ya algunos años en el mercado y se había ganado un cierto nombre en la industria, pero había tenido varios encontronazos con la Comisión de Valores de Ontario (OSC) y le resultaba bastante difícil competir con productos supervisados por entidades oficiales, percibidos como más seguros y legítimos.

Aparece Girardi

En ese contexto aparece Arturo Girardi a mediados de 2004, y Tony Duscio, que compartía con el argentino el origen italiano (la familia de Duscio proviene de Sicilia) y se comunicaba con él en esa lengua, lo puso en contacto con García Obregón para que actuara como uno de los agentes de ventas en América Latina.

Según explica García Obregón, la dinámica era la siguiente: a él le pasaban los potenciales negocios con América Latina por una cuestión de idioma y de cultura, pero solamente como nexo con los agentes de ventas, que eran los que trataban directamente con los clientes y se llevaban la mayor parte de las comisiones.

“Obviamente yo no trabajaba de gratis, cobraba también un porcentaje, pero del 100 por ciento de las comisiones que se pagaban, me quedaba tal vez con el 5 o el 10 por ciento, y eso está totalmente documentado. El resto se lo quedaba el agente de ventas, que era el verdadero intermediario, a quien nosotros llamamos “el que está en las trincheras”. Y es lógico que así sea. Es él el que tiene el cliente, el que hace la venta, el que pone la cara y el pellejo, o así debería ser al menos. En el caso de Cajubi, el que estaba en las trincheras en esa época era Arturo Girardi (luego lo cambiaron por Ronald Timcke), que trabajaba allá abajo con Eduardo García Mascheroni. Eran ellos los que se comunicaban con los directivos, negociaban con ellos y viajaban permanentemente a Asunción. Yo nunca traté directamente con Cajubi y nunca en mi vida puse un pie en Paraguay, siempre actué solo como nexo entre empresas canadienses que ofrecían opciones de inversión y los intermediarios o agentes de venta”, insiste.

Los huevos de oro

Girardi llevó a Cajubi a USI y muy pronto los que “pasaron a mejor vida” fueron casi todos, menos los aportantes a la Caja de Itaipú y el pueblo paraguayo, perjudicado en su carácter de propietario condómino de la binacional.

Para julio de 2005, Cajubi había transferido los primeros C$ 5 millones para adquisición de pólizas de vida. Dos años más tarde la cifra se había elevado a C$ 13,7 millones. Y después de 2007, tras los problemas de la compañía que contaremos con más detalle en la nota de mañana, envió otros C$ 8,7 millones a Keystone y C$ 7,4 millones a Columbus, empresas también ligadas a Tony Duscio.

USI, que funcionaba en una pequeña oficina rentada en Waterloo, Ontario, se compró un edificio en Kitchener donde luego funcionó la academia de danza de Leanne Duscio, esposa de Tony (de ahí la expresión de Franklin Boccia cuando dijo que se envió dinero a una escuela de ballet).

Mansión

El matrimonio Duscio se compró una mansión de esas que solo se puede entrar con vehículo, que al parecer (no lo pudimos corroborar) todavía conserva pese a que formalmente se declaran en bancarrota.

Arturo Girardi también se compró una imponente residencia en un country de Buenos Aires que, según él mismo dice en correos electrónico que le envió a García Obregón, “la compré, exacto, y parte con CAJUBI/USI”, “parte de esto se lo deberé siempre a USI”.

García Obregón dice que también ganó dinero con aquellas transacciones, y con otras que se hicieron con otros grupos en las que él tuvo participación (todo será expuesto a lo largo de esta serie de notas, nada se guardará), pero asegura que una parte muy pequeña en comparación y que todos sus ingresos fueron auditados por la Canada Revenue Agency (muestra los documentos). “Se publicó en Paraguay una foto de mi casa. Es una linda casa, pero es una casa de calle, no muy distinta a la de cualquier vecino, yo le puedo asegurar que mi casa entra en el garaje de la mansión de Tony Duscio”.

Comisiones

García señala que él mismo le ofreció a Girardi y a Cajubi otras opciones, pero prefirieron los “life settlements” porque permitían una mayor flexibilidad para negociar las comisiones. Se pagaron porcentajes de hasta 12% de la transacción, muy por encima de lo que se estilaba.

Más del 90% de las comisiones de esa época fueron remitidas por la administradora de USI y de Tony Duscio, Kelly Ruxton, conocida como la “Money Lady”, a Arturo Girardi, quien se encargaba luego de redistribuir. “La justicia paraguaya debería preguntarles entre quiénes”.

Los correos electrónicos (publicaremos las copias) muestran que las comisiones eran lo más importante, ni se acordaban de la seguridad de las inversiones. Permanentemente insistían con ello y tanto Girardi como Eduardo García Mascheroni, entre otros, repetían que “el uno” quería más y presionaban para que se enviaran los porcentajes.

El juicio

El 29 de junio comenzaría finalmente el juicio oral en una de dos causas contra Víctor Bogado Núñez, Mariano Escurra y trece exmiembros del Consejo de Cajubi. Eduardo García Obregón está imputado y sobre él pesa un pedido de extradición. Pero Girardi, García Mascheroni, Duscio y varios otros que irán apareciendo, nunca fueron siquiera citados a declarar.

Mañana: negocio se desmorona, pero negociado sigue

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