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El Pontífice tuvo un encuentro con los consagrados en la Catedral Metropolitana, previamente realizó una visita de cortesía al presidente Rafael Correa en el Palacio de Carondelet.
“Vengo aquí a Quito como peregrino, para compartir con ustedes la alegría de evangelizar”, indicó. Seguidamente, valoró el trabajo que realizan los consagrados y dijo que los santos llaman a imitarlos y cuánto de ustedes han tenido que asumir a su cargo el cuidado de hermanos aún siendo pequeños, cuántos se esfuerzan cada día cuidando enfermos o ancianos.
La Catedral de Quito estuvo abarrotada de religiosos, mientras en las afueras miles de personas le saludaron y lo recibieron con pétalos de rosas al aire, con el grito “Francisco te queremos”.
También se refirió al principal templo capitalino para valorar el trabajo en minga que realizaron los indígenas, que fue un trabajo para la comunidad, anónimo y sin carteles ni aplausos. “Quiera Dios que como las piedras de esta Catedral así nos pongamos a los hombros las necesidades de los demás y les ayudemos a un vida mejor”, concluyó.