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Manifestó que este es el tiempo de la misericordia y que hoy en día existe mucha necesidad de ella. “Y es importante que los fieles laicos la vivan y la lleven a los diversos ambientes sociales, para lo cual se necesita una apertura, es decir, la de salir al encuentro del otro”, dijo.
El prelado subrayó que la misericordia no es un mísero concepto, sino que es “ser sostenedor del otro, dando al otro comprensión, con empatía, luchando contra el prejuicio”. Es un llamado y un compromiso con Dios y la comunidad, agregó.
“Necesitamos edificar, crear, construir una cultura del encuentro. Lo importante no es mirar desde lejos o ayudar desde lejos, sino ir al encuentro. Eso es lo cristiano, lo que nos enseña Jesús. Ir al encuentro de los más necesitados”, manifestó el sacerdote.
Mencionó que la misericordia “habla del encuentro de las personas que necesitan más, de aquellos que necesitan que les demos una mano, que les miremos con cariño, que compartamos su dolor o sus ansiedades, sus problemas”.
En otro momento, el religioso expresó que en nuestro tiempo se tienen muchas nociones falsas de misericordia, identificadas muchas veces con indulgencia, compasión y eliminación de la justicia.
Explicó que la justicia por sí misma no basta y que la experiencia enseña que apelando solamente a ella se corre el riesgo de destruirla. “Por esto, Dios va más allá de la justicia con la misericordia y el perdón”, indicó.
Inicio de la conversión
El Pbro. Velázquez expresó que lo citado no significa restarle valor a la justicia o hacerla superflua, sino que lo contrario. “Quien se equivoca deberá expiar la pena. Solo que este no es el fin, sino el inicio de la conversión, porque se experimenta la ternura del perdón. Dios no rechaza la justicia. Él la engloba y la supera en un evento superior donde se experimenta el amor que está a la base de una verdadera justicia”, refirió.
El eclesiástico señaló que no se debe caer en la tentación de la desesperanza, sino luchar con fe y confianza en el Señor, “a ejemplo de una mujer valiente como la Virgen María, que estuvo con firmeza al pie de la cruz. Capaz de afrontar una de las peores circunstancias de la vida de una madre, viendo morir a su hijo, en la cruz”.