Alertan que no invertir en las humanidades es error gravísimo

Para el doctor José Manuel Silvero, es un error gravísimo no invertir en humanidades, porque estas son columnas primordiales del conocimiento y ayudan a fortalecer la democracia. Señaló que la producción científica del Paraguay es todavía modesta e indicó que falta que los jóvenes universitarios sean críticos, porque las revoluciones no las hacen los nonagenarios.

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Silvero es doctor en filosofía por la Universidad de Oviedo, España. Realizó estancias posdoctorales en la Universidad de Lisboa y en centros de investigación como la Universidad Nacional Autónoma de México y la Fundación Bruno Kessler de Trento, Italia. El filósofo es asesor de la Comisión de Educación, Cultura y Culto de la Cámara de Diputados.

–¿Ve como positivos los US$ 98 millones que tendrá el Conacyt para proyectos de investigación?

–Por supuesto que sí. Estamos ante un acontecimiento sumamente importante y que puede incidir grandemente en el futuro de nuestro país. Basta con mirar experiencias similares para comenzar a soñar que “otro mundo es posible” gracias al apoyo a la investigación.

–¿Cómo deben ser utilizados esos recursos?

–El Conacyt al ser una institución que gerencia y articula las políticas públicas en ciencia y tecnología sabe que el país arrastra una larga tradición de “urgencias” que deben ser atendidas y, por ende, varios de los programas de investigación seguramente serán priorizados a fin de contribuir a la mejora de las condiciones de vida de nuestros ciudadanos.

Al mismo tiempo, los recursos deben ser utilizados de forma equitativa, atendiendo el amplio espectro de áreas que conviven y que son formas varias de escudriñar la realidad.

–¿Hay mucha investigación en el Paraguay?
–Es innegable la existencia de una considerable cantidad de profesionales inmersos en proyectos de investigación. No obstante, todavía nuestra producción científica al parecer es modesta si vamos a compararnos con nuestros pares de la región, por ejemplo.

–¿Es de calidad lo que se produce aquí?

–La calidad es consecuencia de la fundación de líneas de investigación que al consolidarse propicia resultados y planteamientos que dan pie al fortalecimiento de una tradición. Todavía nos falta trabajar estos detalles.

–Llama la atención el hecho de que el menor número de investigadores lo tengan las humanidades. ¿A qué se debe ello?

–Alguien dijo alguna vez que la historia política del Paraguay podría sintetizarse en la siguiente fórmula: “dictaduras estables y democracias inestables”. La poquedad que arropa a las humanidades es, por un lado, fruto de tantos años de acoso a la libre expresión y a la creatividad. Y también por escasez de recursos.

¿Qué institución paraguaya podría financiar una investigación y luego un libro sobre cuerpo, suciedad y civilización? Sin embargo, en otros países hay equipos de investigadores que trabajan temas que serían muy “inquietantes” en nuestra tradición.

–¿Y el trabajo de los humanistas se hace en equipos?

–Asimismo, los humanistas integran equipos de trabajo de manera transversal e interdisciplinar. Acá en Paraguay todavía debemos aprender a trabajar juntos y sacarnos de a poco ese ropaje cuasidivino que imposibilita ver al “otro” porque no hace investigación cuantitativa o porque no leyó a Mario Bunge.

–¿Por qué se debe estudiar la historia, la filosofía o la literatura?

–Son columnas primordiales del conocimiento. En ausencia de ellas, es imposible pretender un pacto social mínimo en que la justicia sea justa, la solidaridad un hábito y la capacidad ciudadana de ahondar en los valores de la democracia participativa como una virtud más que necesaria.

Basta con leer el “No mintáis” de Rafael Barrett para descubrir por qué debemos cuidar las humanidades en el Paraguay.

–Muchos dicen que es mejor invertir más en ciencias duras o en investigación aplicada y que no “gastar en humanidades”.

–Se ha fortalecido la siguiente falacia: “las humanidades contribuyen mínimamente a la economía”. Bajo esa premisa, una gran mayoría de responsables abocados a la configuración de políticas de investigación han esbozado proyectos muy exclusivistas.

Hay burócratas que piensan que ahí donde se invierte en I+D+i las humanidades deben desaparecer. Y es un error gravísimo. ¿Acaso no genera beneficios la industria cultural? ¿La literatura y la filosofía acaso no contribuyen a forjar fórmulas precisas para fortalecer los mandatos de un régimen democrático? ¿Podemos entender qué es un Estado Social de Derecho si lo analizamos a través de un microscopio de luz?

–Por otro lado, según los últimos indicadores de CyT, la carrera con mayor demanda es derecho. ¿Hacen falta muchos abogados en el Paraguay?

–La superpoblación de abogados no es un problema exclusivo del Paraguay. En muchos otros países ocurre lo mismo. No obstante, sería muy interesante si se pudiera analizar las categorías del imaginario social en relación a la abogacía.

Probablemente la imagen del abogado esté asociada a una salida laboral decorosa, a un reconocimiento social importante, a una cercanía al poder, entre otros. El Paraguay necesita una cantidad razonable de buenos abogados y no de un ejército de modestos profesionales que terminan sacándoles el puesto a los gestores.

–¿Está investigando la universidad paraguaya?

–Algunas sí. Conozco proyectos y experiencias sumamente loables. Es muy reconfortante ver de qué manera los profesionales recurren a las convocatorias de ayudas e incentivos a la investigación y con un entusiasmo inédito viajan usufructuando becas de estancias de investigación y así se proyectan para un futuro inmediato.

Igualmente, conviven muchos grupos de investigación que están formando nuevos investigadores. Y es por eso que esta lógica de incentivos como lo es el PRONII debe cuidarse como un bien más que preciado; de lo contrario, corremos el riesgo de perder mucho como país.

–Aún así, ¿cuál es el rol que deben cumplir las casas de altos estudios?

–Considero que estamos viviendo un “tiempo bisagra” y más que nunca debemos abrir la puerta para que entre la luz. Las universidades tienen que asumir su rol y volverse más sensibles a las necesidades de una sociedad a la que debe servir. Soportamos cifras tan escandalosas como un 25,5 de subnutridos, 1 millón de los nuestros viviendo en la pobreza extrema.

Poblaciones con una red de agua potable deficiente y escasa, con gestión de excretas de la Edad Media, etc. Si tenemos buenos investigadores y un grupo grande de intelectuales que engalanan las diversas casas de estudios, ¿cómo es posible que esas mentes permanezcan inmutables ante estos nefastos imponderables que soportamos como sociedad? ¿Acaso tememos perder nuestros puestos de trabajo?

–¿Deben fortalecer el espíritu crítico de los estudiantes?

–Los jóvenes de nuestras universidades, tanto públicas como privadas, deben ser críticos y hacer un tour por las bibliotecas, por los laboratorios de punta, y valorar lo que en justicia se cuentan en las casas de estudios. Ser críticos es saber administrar el impulso de la “batahola”, el compromiso como estudiante y la sensibilidad como ciudadano.

Los estudiantes son los verdaderos motores de cambio. No conozco ninguna revolución que haya sido llevada adelante por una generación de nonagenarios.

–¿Todo el conocimiento que se produce es necesario?

–Para muchos dogmáticos todo lo que sale de los escritorios no es investigación; y es más, todo aquello que no es cuantitativo, no es científico. ¿Roa Bastos es solamente escritor? ¿Nunca investigó para escribir? ¿Y sus cuentos y novelas acaso no ayudaron a desentrañar muchos “misterios” de la sociedad paraguaya?

Si se opta por una visión de compartimentos estancos, donde únicamente prime la lógica de mercado, entonces, la investigación va a estar exclusivamente en manos de aquellos que investigan para los empresarios. Tengo la impresión de que la realidad es más compleja. Ahí donde abundan estadísticas y proyecciones acerca de la extrema pobreza, también podríamos pensar en que hay rostros y esperanzas.

–¿Qué se necesita en el Paraguay para mejorar la producción académica e intelectual?

–Es deseable que se cuente con más rubros de investigadores de tiempo parcial y completo en las universidades públicas, pues es vital para llevar adelante trabajos de investigación. Asimismo, debemos revisar muchos de nuestros planteamientos y estrategias que diariamente desplegamos, desde manuales de metodología y las pautas para escribir los trabajos hasta los planes de estudios desfasados que por cierto abundan.

Sincerarnos de una vez por todas a la hora de exigir “excelencia” y esperar mucho de un profesional que debe batallar en 5 instituciones enseñando 7 asignaturas, moviéndose de un lado para otro sin arraigo institucional posible.

Mañana:

Dra. Antonieta Rojas, del Centro para el Desarrollo de la Investigación Científica.

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