Al volver de Praga, Cerwuis quiso, en vano, ser escultor

Una de las cosas curiosas que relata el explorador Alberto V. Fric en su libro “Cerwuis, de Pacheco a Pacheco por Europa” (editora Titanic, 2011) se refiere a las nuevas cosas que trató de hacer el guerrero chamacoco tras volver al Chaco, en 1909. Dice que Cerwuis se volvió muy locuaz, tratando de contar todo lo que había visto en suelo europeo, pero pocos le prestaban atención. También quiso moldear el barro como una forma de emular a escultores checos, pero sin éxito.

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¿De dónde sacó Cerwuis que podía ser escultor? Resulta que A.V. Fric, a juzgar por sus relatos, recibía visitas muy diversas, entre ellas algunos artistas más o menos afamados, uno de ellos un escultor a quien identifica como Amort, quien un día llegó a su casa expresamente para conocer al indio suramericano.

“Era muy talentoso”, dice Fric sobre Amort, aunque aclara que “nunca consiguió renombre por no haber pasado por una academia de arte (...). Accedí a que Cerwuis posara para él. Cerwuis estuvo muchas veces en su estudio en la zona de Malá Strana y por posar recibió una bata y un birrete (de escultor). Cerwuis le había pedido, y después de que volviera al Chaco, trajo barro de la laguna, se puso la bata y el birrete y les mostró a sus compatriotas cómo su amigo Amort hacía de arcilla figuras como si fueran vivos. Pero no tuvo éxito. Los indios tuvieron miedo de sus figuras y puedo atestiguar que eran de veras muy feas. Es decir que Amort no le pudo transferir su talento con la bata y el birrete que le regaló” en Praga.

Pero la escultura no fue el único arte en el que pudo incursionar Cerwuis (se pronuncia “cherwuish”) como modelo, pues a la vivienda de Fric también llegaban pintores, uno de ellos aparece con el nombre de Král en el libro de Fric, editado en checo y que sus descendientes facilitaron a nuestro diario en una reciente visita a Praga.

Este era un día en que a Cerwuis le había entrado mucha nostalgia, se pintó el cuerpo, se puso vestimenta india y adornos de pluma y, como hacía frío, se sentó cerca de la estufa y en voz baja comenzó a cantar en su lengua. En ese momento llegó Král, que al verlo así salió de nuevo para volver minutos después con varias cajas y una paleta. “Parecía que Cerwuis, en su trance, no registrara al huésped inesperado (...). Sus canciones no eran para oídos forasteros, eran una confesión íntima, pensamientos secretos cantados en versos y melodías improvisados”.

Fric dice que él volvió a lo suyo y que dejó pintar a Král, que rápidamente finalizó un primer cuadro. “Al volver la cabeza vi una pintura apoyada en la pared y Král estaba trabajando febrilmente en una segunda. Me asombré. ¿Podía ser posible que un artista sea capaz de pintar lo que estaba ocurriendo en la mente de su modelo? En la obscuridad, alrededor del fuego de un campamento, se aludía al matorral del monte bajo del Gran Chaco, reflejos y sombras. No era ningún esbozo modernista, sino una pintura elaborada. Sentí que esta imagen me impresionó con una fuerza mágica”, dice Fric.

El explorador compró aquel cuadro, pero cuenta que luego se perdió tras prestarle al mismo pintor para una exposición. La historia de Cerwuis también estaba perdida para nosotros, y sigue casi perdida por el idioma, pues los textos al respecto están en checo.

jobenitez@abc.com.py

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