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La profesora Yoshiko Freundorfer es la directora de la Fundación. Puntual, nos esperó en la puerta de la Fundación Biblioteca Maximilian Freundorfer del barrio San Cristóbal. Mientras nos invita una taza de té verde, cuenta no sin una sonrisa: “Estamos cumpliendo 7 años con la biblioteca que está abierta a todo público. Trabajamos con varias escuelas, pero principalmente con las de la zona del Bañado. Damos una pequeña merienda para que vengan los niños; los pequeños cuchichean entre ellos muy preocupados: ‘Tenemos que leer o si no Yoshiko dice que no hay merienda”. Tras la muerte de su marido, como homenaje a él y también como terapia para alivianar la tristeza, Yoshiko decidió concretar este proyecto educativo. La idea fue desde el principio incentivar los valores sociales y culturales para lograr una mejor convivencia en la sociedad democrática. El local, donde no falta el origami, es amplio y posee varias salas. Hay libros para niños, adolescentes y adultos. Una mirada rápida revela a Dickens, Verne, Scott, Dostoievski, además diccionarios, enciclopedias, libros sobre el cuidado del medioambiente. También hay obras en inglés, japonés y alemán.
Las puertas están abiertas para quien quiera ser padrino/madrina promotor de la lectura o voluntario para la promoción de la lectura. Este sábado 18 a las 16:00 hs se realizará la celebración del día del Bibliotecario Paraguayo y el aniversario de la Fundación Biblioteca, con la participación del Coro de la Facultad Politécnica UNA (José Ocampos Lanzoni 285 c/Andrade).
Leer en libertad
Yoshiko nació en Japón el 17 de octubre de 1929. Pasó parte de su infancia en Brasil. En 1936 sus padres se instalaron en colonia La Colmena (Paraguay). Es Lic. en Pedagogía por la UNA y Máster en Bibliotecología por Vanderbilt University (EE.UU.). Fue iniciadora, profesora y directora de la primera Escuela de Bibliotecología dependiente de la Universidad Nacional de Asunción. Ejerció la docencia universitaria durante 31 años. Escribió artículos y tiene 2 libros publicados: “La Colmena: recuerdo de nuestra infancia” y “Estudio de la toponimia de la región oriental del Paraguay”. Viajó por Europa, Asia y América con su marido, un fotógrafo alemán que vivió y amó al Paraguay. Por supuesto, Yoshiko visitó bibliotecas de todo el mundo. Recibió reconocimientos a nivel nacional y universitario. “Elegí la bibliotecología como carrera porque uno se puede superar con tantos libros. Particularmente me interesa la investigación educacional”.
–¿Cómo va la biblioteca?
–Esperaba más gente. Yo invertí más de 1 millón de dólares en esta biblioteca. Empecé en mi casa, pero quedó chico, entonces compré el terreno, mandé construir y amueblé, más los libros. Veo muy grave que los chicos crean que con la computadora basta. Esto tiene origen en los padres, si ellos no leen, los hijos tampoco leen, y hay niños que no tienen familia.
–¿A los niños naturalmente les gustan los libros?
–Si están bien diseñados, sí. El libro tiene que transmitirles alegría. Nosotros hemos logrado mucho con las bibliotecas ambulantes, van dos bibliotecarias a trabajar a las escuelas populares, y muchos que antes decían “no me gusta leer”, ahora, con el plan de animación para la lectura (aprenden a leer, a usar diccionario) ya dicen: “Yo quiero este libro”.
–¿Cómo pasó, desde su vocación, los distintos gobiernos en Paraguay?
–En la época de Stroessner yo hablaba mucho de la libertad de leer. En EE.UU. leíamos sin censura, desde los cómics hasta libros de comunismo. Acá mis compañeras me decían que cuidara lo que decía porque era peligroso, la UNA estaba llena de pyragüés. Así que aprendí a mantenerme callada, pero sin dejar de leer. Después no cambió demasiado, incluso en la época de Lugo había una corriente fuerte que impedía esa libertad.
–¿Qué valores son inherentes al buen bibliotecario?
–Le debe gustar la lectura, tener curiosidad por el conocimiento y por las relaciones humanas.
–¿Cuáles son sus referentes nacionales?
–Roa Bastos, que tiene cuentos infantiles muy poco difundidos. Y Efraím Cardozo, quien, como yo, trabajó en el colegio Inter. No lo conocí personalmente, pero me nutrí de su filosofía.
–¿Qué le enseña la lectura sobre el estado actual del mundo?
–El mundo está en estado caótico porque no aprende a razonar a través de la lectura. Se perdió la lógica, y sin ella no es posible la paz.
–¿Qué futuro imagina para la educación?
–No sé, es arriesgado decir algo. Pero Platón dijo una verdad que no cambia: “Con educación el hombre es una criatura mansa y divina; pero sin ella es el más feroz de los animales”.
Estupenda a los 85
Nuestra entrevistada dice que su dieta es mixta, comida japonesa y paraguaya. No tuvo hijos, pero sí 24 sobrinos, de sus 9 hermanos. Menuda a más no poder, conserva una lucidez envidiable y un enorme espíritu de lucha y estudio. “Haber vivido la dura realidad en la colonia me ayudó a ser fuerte siempre. Me casé por suerte con un hombre culto y sensible. Todavía me acuerdo cuando le dije furiosa: ‘Basta, ¡no me llames más!, ¿no ves que tengo mucho trabajo?’ Esa noche me llevó un bouquet de flores a mi casa y nos pusimos de novios”, recuerda riendo. De sus planes futuros dice que ya está pensando en retirarse a descansar. “Pero quiero seguir escribiendo. Tal vez tocar la historia con mi padre, que por la cultura tradicional no quería que las hijas mujeres estudiaran. Yo tenía 26 años y apenas la primaria terminada cuando salí de mi casa y vine a Asunción. Son mis recuerdos tristes, mi padre nunca me ayudó –nos reencontramos después, cuando él enfermó–. En la colonia yo sentía que me asfixiaba, quería estudiar. Mi partida fue dolorosa, pero no me arrepiento, aprendí, conocí y abrí camino para mis hermanas. Hoy agradezco todo lo vivido, lo bueno y lo malo, Dios me ayudó y me sigue ayudando”, finaliza.
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