Voluntarios de 11 países con una rica experiencia en comunidad chamacoco

Un grupo de 36 jóvenes provenientes de once países de Europa y las Américas realizaron tareas de voluntariado e intercambio de experiencias en la zona Puerto Esperanza, Alto Paraguay, con la comunidad chamacoco.

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El grupo de voluntarios llegó a nuestro país a principios de julio y acaba de terminar su misión en la zona de Puerto Leda y Puerto Esperanza, especialmente en la comunidad chamacoco distante unos 100 kilómetros de Fuerte Olimpo y 900 kilómetros de Asunción.

La iniciativa es de la Fundación para el Desarrollo Sustentable en América del Norte y del Sur, cuyo objetivo es la preservación de la naturaleza en el Alto Paraguay, especialmente en el Pantanal, explicó Gustavo Giuliano, director de Relaciones públicas de la organización.

También trabaja en el sector del ecoturismo y tiene el objetivo de servir a las comunidades aborígenes que se encuentran en Puerto Leda, que son los chamacoco de Puerto Esperanza, Puerto Diana y 14 de Mayo.

“Una de las tareas es sembrar todo tipo de vegetales que puedan servir para sanear el hambre del mundo”, acotó.

La delegación se enfocó en las comunidades nativas de Puerto Esperanza y 14 de Mayo donde los jóvenes realizaron trabajos comunitarios de pintura, donación de pupitres y útiles escolares.

El Rev. John W. Gehring, asesor principal de la Fundación para América del Norte, detalló que el proyecto busca traer cada año diferentes grupos a nuestro país y que uno de los patrocinadores es la Fundación para la Paz Universal. Esta fundación ha estado promoviendo proyectos de servicios y buen gobierno, así como el desarrollo sustentable, que son los objetivos principales que se promueven.

“Quisimos traer a estos jóvenes de estos once países para apoyar este proyecto enfocado al desarrollo sustentable, cómo podemos mejorar el futuro. También hemos hecho trabajos en otros países como Argentina”, añadió Gehring.

En Paraguay, la Fundación para el Desarrollo Sustentable, ligada a la Secta Moon, también trabaja con la Federación de Mujeres y la Asociación Tesape’a, que realizó trabajos con los ancianos. “Una de las cuestiones esenciales también es unir las culturas de América del Norte y del Sur”.

En Puerto Leda el trabajo empezó hace 16 años partiendo de la nada. “Ahora están invitando a la gente del exterior para que vean lo que se ha hecho allá. Están muy impresionados con la agricultura, la piscicultura y todo lo que se ha construido”.

Hace poco se ha realizado la siembra de 50.000 alevines de pacú en el río. “Esto es muy bueno para un futuro sustentable. No predican pero quieren que la gente descubra a Dios a través de la naturaleza. Todo fue fundado por la visión del Reverendo Moon para construir una comunidad en armonía”.

Ver el valor de las cosas

Nurlyn Nadira Salinas Cardoso (18), de Honduras, reflexiona que este tipo de experiencias ayuda a los jóvenes a valorar las cosas que tiene: “Uno puede tener un plato de comida y agua, pero sólo en el momento en que experimenta ese montón de cosas, llega a valorar. A diario, no se tiene esa apreciación real por las pequeñas cosas, pero (estando en el Chaco) se aprecia más profundamente. También uno siente cómo algo tan simple puede cambiarle la vida a un niño, a una persona, como el solo hecho decirle hola; los niños se pegaban y abrazaban y querían estar todo el día, aunque no nos conocían”.

Sentido de comunidad

“Soy músico, toco la guitarra y estuvimos cantando con los niños, haciendo una pila de canciones. Ellos solo hablan chamacoco, pero a través de la música pudimos comunicarnos y tener una relación muy linda y conectarnos de corazón”, comenta María Eugenia Mérica (21), voluntaria de Uruguay. Destacó también que la gente en Puerto Esperanza no tiene muchas cosas materiales, pero sí tiene una gran capacidad de compartir como comunidad: “Había un gran sentido de comunidad, de trabajo conjunto, que nos tocó experimentar y eso nos tocó, nos llegó bastante”.

Fe, honestidad y trabajo

“Estuve impresionado con la historia del Paraguay y fue muy interesante ver a los menonitas, nunca había oido hablar de ellos”, dice Dominik Schmitt (21) de Alemania.

Asegura que le tocó profundamente esta experiencia por cuanto halló en medio del Chaco paraguayo a gente que habla su mismo idioma y tenga la misma mentalidad de los alemanes, que sean muy arraigados a su cultura: “No solamente cómo se organizan externamente, sino también en la parte interna, por el parecido a lo que estamos acostumbrados en Europa. Su actitud ante el progreso y el lema que les tocó implementar aquí que es Fe, honestidad y trabajo duro”.

Los valores familiares

“En Esperanza sentí que la gente era muy amorosa aún sin conocernos. Ellos toman muy en serio los valores familiares”, destaca Philsung Paquit (19), joven de EE.UU.

También relató que lo más duro de la experiencia fue el hábitat y adaptarse a él bañándose en el río: “Pensé que las pirañas nos iban a devorar”.

“Pude entender la historia de un joven, Luciano y su familia, los sueños que tiene y nos comunicamos a pesar de la barrera del idioma. Los niños de Esperanza están muy agradecidos con lo poco que tienen, tienen un corazón muy agradecido, son duros y no lloran fácilmente. Es admirable la fortaleza mental que tienen”.

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