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Jesús, el viernes fue interrogado por Herodes y Pilato, este lavándose las manos soltó a Barrabás a pedido de la masa manifestada; lo azotaron y coronaron de espinas, fue condenado a muerte y crucificado, muriendo a las tres de la tarde y fue llevado al sepulcro antes de ponerse el sol. Un itinerario lleno de dolor y de traiciones. Una condenación injusta en ese momento, pero también esa misma condenación se sigue dando de manera injusta en todas partes del mundo con tantos inocentes de diversas formas.
Dentro de la religiosidad popular tenemos varias imágenes que se dan en este día, como a los dos crucificados con Jesús, sus últimas palabras, la madre dolorosa, los estacioneros que entonan cantos de dolor y también los apóstoles que se encargan de sacar los clavos de Jesús crucificado y lo bajan, se acompaña en procesión a Jesús muerto y la adoración de la cruz (Tupãitû). Ciertamente son varios elementos que giran en torno al acontecimiento de la muerte, que en nuestras comunidades se vive con mucho respeto (aunque últimamente se van perdiendo esas costumbres invadidos por la cultura del ruido y la superficialidad).
El Viernes ya no forma parte del tiempo de Cuaresma, sino que es el primer día del triduo pascual y como tal debe expresarse a los fieles. Se insiste en que Jesucristo instituyó por medio de su sangre el misterio pascual. Por su muerte empieza la Pascua o tránsito hacia la Vida; eso le caracteriza fundamentalmente a Jesús quien muere para vencer a la muerte de toda la humanidad.
Muerte gloriosa generadora de alegría
Contemplamos la muerte gloriosa del Señor, quien sube a la cruz para ir pasando hacia su Reino. Cabe resaltar que aunque se enfatice la muerte, se tiene presente la resurrección: “Tu Cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos”. De esta manera, la cruz pasa a ser la revelación de nuestro destino, con su triunfo, todos salimos ganando sellando la fortaleza de nuestra esperanza. Así, no es un día para estar llorando y ponernos de luto, sino un día para contemplar el sacrificio redentor anunciando anticipadamente la resurrección.
El ayuno y la austeridad de los signos litúrgicos ya no son signos penitenciales que expresan tristeza como en Cuaresma, sino más bien ya son signos sacramentales para ayudar a los fieles a unirse a Jesucristo a pasar de la muerte a la resurrección y en ellos a pasar del pecado a la Gracia de Dios, del pecado al perdón, de la muerte a la vida. Es el “Viernes de la alegría” donde la cruz se vive con esperanza y gozo, uniéndonos a la cruz del Señor, camino necesario y seguro para llegar a dar el paso hacia la Vida plena en Él.
En los templos de la Iglesia católica, preside el crucificado, pero es esa cruz gloriosa, asociada intrínsecamente a la resurrección. También es común en mucha gente tener un crucificado como medalla y hacer frecuentemente la señal de la cruz. Sabemos que muchas personas tienen el signo del amor por antonomasia por su pecho o por su brazo, sin saber realmente su significado, aunque en todas las comunidades también muchas personas viven en profundidad en sus vidas el significado del signo.
Oración
Perdón, Señor, porque muchas veces somos inútiles para llevar la cruz de cada día. Perdón porque somos individualistas y queremos llevar solos la cruz que nos encargaste y porque no vemos nuestra cruz como la tuya. Perdón por las veces en que te hemos matado de alguna u otra forma. Te pedimos unción de tu Espíritu Santo para unirnos a tus dolores y sufrimientos redentores.
Gracias por donarte totalmente derramando tu sangre hasta la muerte en la cruz por el perdón de nuestros pecados y los del mundo entero. Gracias porque nos enseñas que la cruz del Viernes es la gloriosa generadora de alegría sin límites. Gracias por sumergirnos en tu Pascua a través de la experiencia de nuestra vida.
Las siete últimas palabras de Jesús
1. Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
2. En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso.
3. Mujer, he ahí tu Hijo. He ahí a tu Madre.
4. Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?
5. Tengo sed.
6. Todo se ha cumplido.
7. Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu.