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Coronel Arturo Bray, Armas y Letras.
Boquerón fue el tercer fortín tomado por los bolivianos en represalia por la retoma paraguaya de la laguna Pitiantuta. Establecido como puesto avanzado, a 60 km al SO de Isla Poi y a 143 km de Punta Riel de Puerto Casado, ya en una ocasión anterior, el 14 de diciembre de 1928, había sufrido un primer ataque boliviano, en represalia por la toma y destrucción del fortín Vanguardia, por fuerzas paraguayas, días antes.
Estos sucesos llevaron a las movilizaciones bolivianas y paraguayas de 1928. Gestiones diplomáticas mediante, Boquerón fue devuelto al Paraguay y éste, reconstruyó Vanguardia y se aquietaron las aguas, momentáneamente. Resultado de esto fue el aumento de efectivos paraguayos en Boquerón, hasta completar un escuadrón y la organización de construcciones defensivas alrededor del reducto.
El 31 de julio de 1932, el destacamento boliviano, al mando del teniente coronel Emilio Aguirre, capturó sangrientamente el fortín, aprovechándose de una superioridad numérica (un centenar de paraguayos frente a un millar de bolivianos), pero los compatriotas habían tendido una trampa a los invasores y, a poco de entrar en el fortín, por medio de ráfagas de ametralladoras, sembraron muerte y confusión entre los nuevos ocupantes, matando inclusive al comandante Aguirre, quedando como comandante de la posición boliviana el teniente coronel Manuel Marzana.
EL PAIS EN ARMAS
A raíz de la toma de Pitiantuta, el Gobierno paraguayo decretó, el 23 de julio de 1932, la movilización de ciudadanos aptos para la defensa. Dicha tarea estuvo a cargo del mayor Juan Bautista Ayala y un eficiente equipo de colaboradores, entre oficiales, médicos, autoridades civiles, distritos militares, la invalorable predisposición de la Marina de Guerra y Mercante, la Sanidad, la Intendencia del Ejército y la buena voluntad de todo el país....
Cuando se inició la batalla de Boquerón, el 9 de septiembre de 1932, el Ejército en Campaña estaba compuesto por la I y II División de Infantería, concentradas en Puerto Casado (8.720 hombres) y contingentes diseminados en otros puntos del Chaco que, con los mencionados anteriormente, totalizaban 15.981 hombres.
DOS PUEBLOS BRAVIOS ENFRENTADOS
El 6 de septiembre de 1932, el teniente coronel José Félix Estigarribia impartió la orden general de operaciones Nº 1, para el movimiento inicial de la campaña que se iniciaba, ordenando la composición de una primera columna al mando del mayor Carlos J. Fernández, comandante de la I División de Infantería y otra, a cargo del capitán Abdón Palacios, al mando del RI2 Ytororó. Mientras en Isla Poi se iban concentrando hombres, armas, municiones y unidades de servicio.
A las 07:00 de la mañana, al grito estentóreo de ¡Viva el Paraguay!, se inició la batalla por la retoma de Boquerón.
No menos de diez mil hombres y un enorme despliegue de material se disponen a yugular el bastión acorralado, que parece tener siete vidas como los gatos. Lo sentimos en realidad como un gran tigre hambriento y sediento, sentado sobre sus cuartos traseros, invisible dentro del monte en llamas, pero capaz todavía de saltar al fin por encima de la trampa que le hemos tendido, para desintegrarse en la embriaguez de cósmica violencia que lanza a las fieras más allá de la muerte.
La batalla de Boquerón no lleva trazas, ni remotamente, de llegar a su fin. El ímpetu del ataque ha vuelto a agotarse en sí mismo. Boquerón es un hueso duro de digerir. El movimiento peristáltico de nuestras líneas trabaja inútilmente para deglutirlo. Hay algo de magia en ese puñado de invisibles defensores, que resisten con endemoniada obcecación en el reducto boscoso. Es pelear contra fantasmas, saturados de una fuerza agónica, mórbidamente siniestra, que ha sobrepasado todos los límites de la consunción, del aniquilamiento, de la desesperación (Augusto Roa Bastos, Hijo de Hombre).
Pero todo tiene su fin. La consunción, el aniquilamiento y la desesperación no pudieron ir más allá que la cálida mañana del 29 de septiembre de 1932, cuando, luego de 20 días de asedio constante, los sitiados en el fortín Boquerón sucumbieron por la falta de elementos básicos para su sostenimientos: agua, alimento y municiones. El resultado: la victoria paraguaya en una lucha de titanes.
(*) Nada me queda, de todas mis cosas, sino el honor y la vida que se ha salvado.
surucua@abc.com.py