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Una selfie puede sacarse con un smartphone o con una cámara web, elementos para la mayoría ya indiscutibles en la vida cotidiana. Puedo contar mi día a través de las fotos: desde que me levanto, desayuno, voy al estudio/trabajo, almuerzo, la siesta, la merienda, ir al médico, al supermercado, si voy a tomar algo con amigos, luego en casa acabo en soledad frente a la cámara, incluso llevo mi celular a la cama –hasta bien tarde– por si surge una “última” buena selfie. Se da entonces un reporte detallado sobre lo que, en definitiva, no se nos ha pedido ni preguntado.
La sociedad siempre fue una gran vidriera, hoy, gracias a las bondades tecnológicas, la gente tiene acceso a utilizar un inmenso espejo, un feed back de sí misma. Todos disfrutamos de los elogios y el cariño que demuestran nuestros amigos y familiares ante nuestra imagen, la cual solemos seleccionar cuidadosamente antes de postear. Sin embargo, una de las consecuencias de autorretratarse es descubrir que, cuando las fotos se reiteran demasiado, ha dejado de ser una diversión para convertirse en un trastorno mental.
Entre las razones que esbozan los fanáticos de las selfies figuran: “Porque me gusta que sepan de mis logros”, “envío mensajes para cierta persona, no para el resto”, “quiero compartir todos mis momentos, no tengo nada que ocultar”. Se calcula que solo en Facebook circulan 240.000 millones de selfies.
Según profesionales psicólogos, exponer en demasía la vida personal podría hablar de una baja autoestima, personas que buscan aprobación y aceptación de los demás. También la psiquiatría comparte que la gente exhibe solamente lo que quiere mostrar, construyendo así una identidad puesta a consideración de los otros para recibir validación. Igualmente se considera el narcisismo, ligado a la necesidad de autoafirmarse. Siguiendo con los expertos, mencionan la egolatría, es decir, admiración excesiva hacia la propia persona. El adicto a sus autorretratos vive pendiente de los “me gusta” y los “retweets”, además de los comentarios que alaben algún rasgo físico o intelectual; si no se consigue tal reconocimiento, la persona se decepciona y puede contraatacar para volver a buscar desesperadamente una sobredosis de aprobación.
Una de las preguntas serias que debemos hacernos es si la cultura digital puede volvernos o descubrirnos narcisistas, carentes de autoestima, idólatras de un Yo poco sostenible en la vida real.
En Instagram hay 36 millones de fotos etiquetadas con la palabra “selfie” con predominancia del sexo femenino. Lo que ha hecho este fenómeno es enfocarse fuertemente en la imagen. “Las mujeres tienen una autoestima más baja que los hombres debido a que en la actitud de observarse a sí mismas, analizarse y juzgarse, tienden a incluir el aspecto físico más que el hombre, con una connotación negativa. La autovaloración también se ve afectada por la educación y el contexto sociocultural”, refiere el psiquiatra Luis Rojas Marcos, residente y profesor universitario en Nueva York y miembro de la Academia de Medicina.
Las selfies son una frivolidad que pueden dejar de serlo para convertirse en una adicción, tal como el tabaco, el alcohol, las drogas; expertos en la conducta humana, la citan como posible puerta a problemas psicológicos: depresión, trastorno obsesivo-compulsivo, dismorfia, entre otros.
Contrariamente a lo que pueden aparentar sobre su éxito social, los fanáticos de los autoretratos son personas con relaciones superficiales y un pobre sentido de la intimidad, por eso el vínculo afectivo de la vida real se debilita. En este punto, para los nativos digitales (aquellos nacidos a partir de 1980) la amistad y la intimidad no necesitan de presencia física, aún así pueden ser víctimas de agotadoras sesiones de aprobación de los demás.
Con el avance de la tecnología sobre la vida de las personas (la Web 3.0, la semántica, la inteligencia artificial que nos comunicará con un “lenguaje natural”) tendremos que reforzar nuestro interés en comprender los mecanismos de la comunicación ultramoderna. Si se es padre, madre con más razón aprender juntos: los hijos pondrán sus habilidades tecnológicas y los padres los límites, los valores para afianzar la seguridad personal y conducir sobre el buen uso de estos medios.
* Fuente: internet