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“El vapor ‘Fortuna’ iba despacio contra la perezosa corriente del río Paraguay. Las ruedas de paletas tableteaban indiferentes a las turbulencias del agua. El fuego en la caldera se estaba extinguiendo, y las máquinas funcionaban con poco vapor”. Así comienza el libro en el que A.V. Fric relata en idioma checo el origen y las peripecias del viaje que hizo desde las cercanías de Bahía Negra a la Rca. Checa, pasando por Italia y Austria, en 1908 y 1909, y cuyas primeras partes contamos en ediciones anteriores.
El vapor tiene su propia historia. Según nuestras averiguaciones fue botada en 1886 en Escocia con el nombre de “Perseo”, hasta que llegó a Buenos Aires y la naviera Mihánovich lo rebautizó en 1902 como “Fortuna” y así fue vendido en 1907 a los hermanos Vierci (italianos llegados a Paraguay en 1883, uno de ellos de nombre Juan Bautista, genovés y capitán de mar). En 1912 pasó a llamarse “G.B. Vierci” y en 1919 fue transferido a “The Argentine Navigation Co” y se convierte en “Villa del Rosario”, pero en 1928, ante la inminencia del litigio con Bolivia, es tomado por el Estado y es rebautizado una vez más para convertirse en el “Capitán Figari”. Otros informes, entre ellos los de la página www.histarmar.com.ar, señalan que finalmente se llamó “Toro” y terminó por sucumbir en la década de 1950, “abandonado y destruido en (astilleros) de Isidro Mayor, en Asunción”.
En su mejor época, hacía el viaje de Asunción a Corumbá (Brasil).
“Vierchi” abusaba
Fric cuenta que le había puesto el sobrenombre de corsario al capitán “Vierchi” (pronunciación de Vierci en italiano) porque “él y su hermano (...) abusaban del hecho de que, en el Paraguay superior (Alto Paraguay hoy), tenían en sus manos la ligación con el mundo y que de sus vapores que transportaban acopios no podían prescindir ni las tropas militares”. Agrega que “debido a que ambos capitanes Vierchi conocían muy bien este río con sus remolinos y lugares bajos, sus naves aparecían siempre exactamente según el horario, mientras que otros tenían retrasos de una semana o incluso más. Por eso todos les preferían a ellos, aunque en estas naves los viajeros no podían estar seguros de su propiedad, ni siquiera de sus ‘vidas’, en el sentido del secreto postal”, que no respetaban.
Fric cuenta también cómo le puso punto final a los abusos de “Vierchi”: “Cruzaba yo el río en un barco de vela lleno de carga y en medio del río el viento dejó de correr. Justo en aquel momento se estaba acercando, contra corriente, el vapor de Vierchi que transportaba a un grupo de soldados. Con todas las fuerzas me puse a remar hacia la orilla, pero el vapor tomó la misma dirección, aunque en el río había suficiente espacio. Vierchi había decidido divertir a sus pasajeros bañándome. Tras comprender eso, dejé los remos, tomé el fusil y tiré sobre la cabeza de Vierchi, a la campana del puente de mando. A partir de aquello, dejó de abrir mis cartas y saquear mis envíos y nos entendíamos bien”.
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