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Según crónicas de la época de los López, de cuando iba terminando la residencia del general López, “el Palacio iba a quedar revocado, simulando piedras”. Precisamente esa es la información a la que se llegó bajo unas diez capas de pintura.
“Eso era lógico en este tipo de edificios. Pues se utilizaban dos sistemas. Por un lado, están los edificios que quedan con revoque a la piedra, que envejece con el tiempo y queda como una fachada pétrea, y están otros pensados para pintar”, comenta el Arq. Carlos Cataldi, encargado de la restauración, cuyas obras están siendo ejecutada por la firma Alberto Barrail e hijos S.A. (ABH).
La postura de los restauradores es que, después de los bombardeos y el incendio del Palacio, el edificio quedó muy dañado, por lo que ya el revoque piedra original iba a estar lleno de parches y diferencias en los remiendos. Probablemente, esto hizo que se optara por pintar el edificio en 1890. La pintura de esa época era la cal, y el color más común, el rosado.
¿Por qué? Porque se podía obtener con óxido ferroso, con sangre de animal o con tinte de tierra roja. En estos casos, la mezcla con agua se dejaba amanecer y, tras colarse al día siguiente, quedaba un tinte de color rosado. “Nosotros investigamos estas posibilidades de coloración para sacar el rosado, y los tres funcionan”.
De ahí que, con la asesoría del equipo italiano, la restauración decidió trabajar el color piedra, incorporando los elementos arquitectónicos, decorativos, en el que monocromáticamente el edificio estaba en rosado. De hecho, quedó documentado en varios lugares el color inicial de las paredes”.
En los salones se adoptó el mismo criterio de adoptar el color arrojado por los estudios estratigráficos.
Todas las paredes tenían unas diez capas de pintura acumulada hasta donde se podía llegar. El revoque bien seco y estable absorbe la cal y se impregna, por lo que nunca más se puede retirar totalmente esa pintura. “El rosado quedó impregnado, pero aparte de eso en la época la arena utilizada no era la lavada de río, que es blanca y fina. Acá se usaba la arena de arroyo o raudal que tenía muchos sedimentos de tierra colorada y grano más grueso. Cuando se mezcla con la cal ya sale medio rosado el color. O sea, el revoque en sí ya tiene un color rosado y, encima, la pintura a la cal también adquiere el color rosa”.
Cataldi aclara que lo hallado era el rosado a la cal. “Por eso es que el color original, que tanta disputa genera, depende de lo que uno entienda por original”.
Mucha gente –continúa– me llamó a decir que el color real era el que puso Stroessner. “Por Dios, todo el mundo sabe que Stroessner compraba 30.000 litros de un solo color de pintura para todos los edificios, el grisáceo, sean oficinas públicas o cuarteles”.
Andrés Rodríguez, en 1989, “quizás pensó que esto era la Casa Blanca, y se pintó todo de blanco”.
Un daño severo causaron las pinturas sintéticas que anulan la capacidad de respiración de las paredes. La norma es usar siempre pigmentos naturales.
¿Y el verde en las ventanas? También responde al verde inglés que se usó en la época y que apareció en la investigación previa.
¡Carcomieron paredes de 60 cm y de un metro diez!
La factura de construcción del Palacio de López es de la mejor calidad y tecnología en su época, por lo que pudo soportar todos los embates del la Guerra, el abandono y los daños sufridos con el tiempo en intervenciones poco felices, por no decir bárbaras.
Según la técnica constructiva, las paredes del Palacio están hechas de tal forma que puede soportar todo el peso del edificio. Los cimientos son brutos cimientos de piedra, y las paredes, de ladrillo. En este caso, la pared superior tenía casi 60 centímetros de espesor, y en el subsuelo llega a un metro diez.
“De todas maneras, entre los daños causados al edificio a lo largo del tiempo, esa pared fue horadada dejándola como si fuera de 15 centímetros en varias partes. En la parte de abajo, también le cortaron el cimiento, porque desde el subsuelo se alzaron los ductos del aire acondicionado”, revela el Arq. Carlos Cataldi.
Colocados los ductos, las paredes se revocaron y recubrieron como si se mantuvieran en su estado original. Esto hizo que, con todo el peso que soportaban las paredes, más los elementos nuevos incorporados, el edificio se asentara y sufriera serias rajaduras. “Es como que te pateen la silla y te caés sentado”, ilustró el profesional.
Por ello, los trabajos incluyeron colocar testigos en las rajaduras, se calzaron cimientos, se apuntalaron todos los entrepisos con vigas deformadas y se tuvo que postensar, colocar tensores con cabos de acero, para recuperar la capacidad de carga y estabilidad del edificio.
Fotos: David Quiroga
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