Cargando...
Celebramos hoy la fiesta de la Presentación del Señor en el templo, lo que se dio cuarenta días después de su nacimiento, para cumplir las costumbres del Antiguo Testamento, pero principalmente para revelar algo importante de su persona.
De acuerdo con indicaciones del Antiguo Testamento, todo primogénito varón será consagrado al Señor y, de ahí, vemos algo de la persona de Cristo: ser y vivir completamente consagrado a las cosas del Padre.
En la llegada de Jesús y sus padres al templo, quien les recibe es Simeón, hombre honrado y piadoso, que estaba impulsado por el Espíritu Santo, que le había garantizado que no morería sin antes ver al Mesías. Y, al tomar el niño Jesús en sus brazos para bendecirlo, proclama una cosa importante: este Niño será luz para alumbrar a las naciones, será luz para iluminar el corazón de las personas de todos los siglos, de tal modo que no vivan en las tinieblas de la malicia y de la indecencia.
Enseguida, dice a María que este Niño será un signo de contradicción y será como una bandera discutida.
En efecto, vemos a lo largo de la historia que hombres y mujeres se posicionan frente a Jesucristo en actitud de adhesión, de rechazo o de indiferencia. Indiferencia, al menos aparente, porque, de repente, será un rechazo disfrazado.
El mismo Jesús en sus predicaciones había anunciado que venía para traer la división, incluso dentro de la misma familia, por la sencilla razón de que no se puede mezclar agua con aceite, honestidad con robo y soberbia con humildad.
Hoy nosotros debemos tomar una posición delante de Cristo Jesús: o aceptamos su persona, sus enseñanzas, con todas las consecuencias morales que esto implica, o le rechazamos y seguimos otros señores del mundo, que tarde o temprano nos engañan, nos atan y nos abandonan.
El papa Francisco afirma que quien pronuncia “palabras cristianas sin Cristo”; es decir, sin vivir y aceptar la enseñanza cristiana plena, se hace mal a sí mismo y a los otros, porque está “vencido por el orgullo y causa división también en la Iglesia”.
Ser signo de contradicción no es buscar peleas gratuitamente, sino luchar por la justicia y por la fraternidad.
Lo mejor que tienes para hacer es asimilar cada día más seriamente las palabras del Señor y seguirlas, sin miedo de ser también signo de contradicción en la sociedad, pero con el gusto de agradar a Cristo en primer lugar, porque Él no te defrauda ni te falla.
Paz y bien.
hnojoemar@gmail.com