Secretos y curiosidades sobre el Palacio de López

Ciento veinte años después el Palacio de López tiene mucho que contar. Con luces y sombras por todos sus rincones transcurrieron las horas más difíciles y gloriosas de la Patria. Los responsables de su restauración aseguran que la tomaron cuando estaba a punto de derrumbarse hecha una torta de kupi’i y la encontraron tremendamente manoseada. Pese a todos los vejámenes, la estructura soportó más de un siglo.

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El escritor Octavio Paz dice que la arquitectura “es un testigo insobornable de la historia” y un monumento nacional como lo es el Palacio de López lo es aún mucho más. Así lo interpretan el Arq. Carlos Cataldi, director del proyecto de Restauración y Puesta en valor del Palacio de Gobierno, y el Arq. Gustavo Glavinich, director de obras del Ministerio de Obras Públicas.

La decisión de su restauración surgió de manera totalmente “fortuita” y poco feliz cuando se desplomó el cielo raso de la escalera principal en el año 2009, producto de la humedad y el kupi’i que estaban carcomiendo toda la estructura.

El primer paso fue armar los planos, pues los originales no se encontraron jamás. Quizás fueron robados o se quemaron durante la guerra del 70.

La investigación duró todo el año 2010 en que se hizo un relevamiento total. Los planos jamás aparecieron y los que tenía el Ministerio de Obras Públicas eran cualquier cosa. “Lo que hicimos fue relevar e ir decodificando lo que aparecía, tratar de entender cómo podría ser el edificio original tal cual, pues había sido tremendamente manoseado y retocado en todos estos años”, dice el Arq. Cataldi.

El edificio fue bombardeado en 1869 durante la Guerra de la Triple Alianza, se incendió y quedó abandonado convertido en una guarida, hasta que se reconstruyó entre 1890 y 1892 y se instaló allí la sede del gobierno. “Desde que se instaló allí la presidencia sufrió todo tipo de vejámenes. El último fue el bombardeo y acribillada que sufrió durante la madrugada del 3 de febrero de 1989. La Marina, de la misma forma que los brasileños durante la guerra, le pegó un bombazo al Palacio. (Andrés) Rodríguez lo arregló en tres horas, durante la madrugada y al día siguiente ya amaneció todo pintado”, relata.

De cualquier manera el edificio era como un enfermo en terapia intensiva y desde su habilitación para sede del Poder Ejecutivo en 1892 nunca se le hizo una intervención completa, a fondo. “Se hacían parches y mantenimientos a lo Paraguay, que consistía en una pinturita, lavar la cara o cambiar un foco”.

La restauración debe ser entendida en dos contextos, dice el Arq. Cataldi, como parte de la graduación de la cátedra de Patrimonio de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Asunción y dentro de las obras de recuperación del patrimonio para el Bicentenario de la Independencia.

Se comenzó por la torre que durante mucho tiempo permaneció con el color rosa, pues fue lo único que se restauró entonces. “En el tiempo que hicimos la restauración de la torre tuvimos una relación bastante conflictiva con la gente que estaba en el Palacio. No digo el presidente Fernando Lugo, pero sí con la gente encargada del edificio, a tal punto de parar las obras en el 2011. Esto pese a que habíamos avisado que lo que se encontró en el diagnóstico realizado en cuanto a la degradación del Palacio es que era un efecto ya en caída libre”, sostiene Cataldi.

Los destrozos hallados por la acción de las termitas habían convertido el Palacio en una verdadera “torta de kupi’i”, pues estaba afectado el 100% de la estructura de madera que atajaba el techo. “Se puede decir que aún está, porque solo hemos tocado hasta ahora el ala este. Falta todo el sector oeste que está en las mismas condiciones”.

Estando paradas las obras vino el juicio político y asumió el presidente Federico Franco, con quien se entrevistó el equipo de restauración de la Facultad de Arquitectura y le explicaron la gravedad de la situación. “Presidente, si se cae el Palacio, Ud. va preso, porque es el encargado mientras esté aquí”, recuerda haberle dicho Cataldi, consciente de la necesidad de realizar un trabajo a fondo en toda la estructura.

Franco preguntó qué debía hacer. Le respondieron que dejara por 15 días el Palacio de López para apurar los trabajos y, desde entonces, pasaron siete meses para regresar. Lo de las dos semanas resultó una “mentira piadosa” para salvar el Palacio de López de una destrucción a la que estaba condenada.

Próxima nota: ¿Por qué el color rosa?

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