Se recuerda hoy la muerte del papa Juan Pablo I

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Al amanecer de un día como hoy, 29 de setiembre, pero de 1978, 33 años atrás, partía a la eternidad el hoy siervo de Dios papa Juan Pablo Primero, quien llevó adelante el timón de la Iglesia durante 33 días, "uno por cada año de Cristo sobre la tierra", como ya había titulado en aquel entonces ABC Color, siendo entonces elogiado por tan bella metáfora.

Llegó a ser llamado "El Papa de la Sonrisa" y hoy basta ver su rostro que irradiaba esa luz de Cristo en la serena alegría para comprenderlo en su total magnitud.   

"La Iglesia no puede ser reducida a reglas, sin vivir a plenitud el acontecimiento de Cristo" o "Dios es Padre y Madre", suenan entre sus frases más destacadas que hasta hoy asombran.    Albino Luciani, así llamado el hasta entonces Patriarca de Venecia, antes de ser elegido como Sumo Pontífice el 26 de agosto de 1978 –el año de los 3 Papas– tuvo la genialidad de combinar dos nombres al elegir el suyo, Juan, recordando al hoy Beato Juan XXIII, el Papa Bueno y al sufrido Siervo de Dios Paulo Sexto.   

En ese año de 1978 las Brigadas Rojas habían asesinado al primer ministro italiano Aldo Moro, amigo personal del papa Montini, quien había rogado "de rodillas" en una carta a los secuestradores que lo liberen, lo cual no se efectivizó, dolor que le provocó la muerte al recordado pontífice.    En ese contexto de finales de los 70, la sonrisa del papa Juan Pablo Primero tenía mucho que decir al mundo, presagiando una esperanza que abriría luego el pontificado del hoy Beato Juan Pablo Segundo, de cara al umbral del Tercer Milenio.   

Cuentan que en un encuentro con la vidente de Fátima, Sor Lucía, esta le habría profetizado que su pontificado sería breve. Un hermano de Luciani lo afirmó, 30 años después de su muerte y luego de 3 años de haber fallecido la religiosa. Esto le hacía vivir sus 33 días como Papa con la premura del tiempo que apremia pero también con la conciencia clara de su misión. Cuando alguien quiso corregirlo diciendo que no podía llamarse Juan Pablo Primero, porque de ser el primero solo debe llevar el nombre Juan Pablo a secas, afirmó textualmente: "No se preocupen, pronto vendrá un Juan Pablo Segundo". Más allá de lo anecdótico, el hecho es significativo.    Los que afirman  que su muerte habría podido ser provocada no entienden quizás los designios de Dios sobre el mundo. Por supuesto, aquí hablamos dos lenguajes, el de la fe y el de las meras conjeturas profanas alimentadas de todo tipo de especulaciones.   

"Imitación de Cristo"

Lo concreto es que en la madrugada del 29 de setiembre una de las religiosas que lo atendía en la Santa Sede, ante su ausencia en la capilla para la misa de todas las mañanas, alertó a quienes finalmente lo encontraron con la cabeza levemente recostada sobre el libro que estaba leyendo en los momentos finales de su vida, "Imitación de Cristo", signo de ese deseo que le acompañó durante toda su existencia, la imitación de Aquel de quien sería el "Dulce Vicario de Cristo en la tierra", por quien daría la vida.   

Una de las escenas de la zaga de la película "El Padrino" –para los amantes de este género– destaca, a modo de ficción, pero en una clara muestra de afecto al Papa de la Sonrisa, el encuentro de Al Pacino con un humilde sacerdote, a quien este calificaba como "un cura de verdad". En la película, el futuro Papa, tomando una piedra de un estanque, le dice: "Esta piedra es como la cultura europea occidental, que ha estado tantos siglos bajo el agua, pero esta no le ha penetrado, lo mismo ha ocurrido con los corazones de piedra que se cierran al cristianismo", ante cuya afirmación tan verdadera el Padrino sufre un ataque y se descompensa.   

Hoy podemos decir, mirando también el pontificado actual de Benedicto XVI y el reciente de Juan Pablo Segundo, que Dios elige un Pontífice para cada momento del tiempo, y en el momento justo nos ha bendecido con el Papa de la Sonrisa, abriendo el camino para un mundo entonces castigado por la desesperanza, que recibiría luego al Papa Magno que nos conduciría hacia los umbrales del Tercer Milenio y luego al que hoy nos sigue acompañando en búsqueda de la verdad frente a todo tipo de escepticismo y relativismo, comprendiendo hasta a los agnósticos, que según dijo en su última visita a Alemania, están más cerca de Dios que aquellos que han reducido la fe a rutina, boato externo y formalismo. Que la sonrisa de Luciani sea como esa sonrisa de Dios que ilumina al mundo tan anhelante de un rostro como el suyo que le recuerda que es posible ser felices, aquí y ahora.   
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