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Más de 7.600 niños pasaron por el trauma de perderlo todo en las recientes inundaciones.
Cynthia Brizuela, consultora en educación de Unicef, explicó la situación. “En este momento la mayoría de los niños de las escuelas siniestradas todavía están albergados en otras instituciones o en las aulas móviles. Esto significa que, además de su estado de vulnerabilidad, su educación también está débil”, indicó Brizuela.
La profesional señaló que los chicos están en una situación de alto estrés, que propicia violencia tanto física como verbal entre ellos.
“Este alto estrés no les permite aprender de la misma manera que antes de haber perdido sus casas. Por ello son vitales los programas como Partidí, que utiliza el fútbol callejero como metodología de trabajo, el cual les ayuda a expresarse a través del deporte y las manifestaciones artísticas, con lo cual logramos inculcar el respeto mutuo y la solidaridad, pero, lastimosamente, no podemos llegar a todos”, apuntó.
Ayer se realizó la primera entrega de cuadernos a 600 alumnos de las escuelas Santa Cruz y Caacupemí, como parte de la campaña “La educación sale a flote”, impulsada por la marca de jabones Omo y Unicef.
La iniciativa comprende, además de la donación de 5.000 cuadernos, impulsar la continuidad de los espacios seguros de reflexión, recreación y apoyo sicosocial, a través del proyecto “Partidí”, que Unicef, la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (Adra) y el Centro de Desarrollo de la Inteligencia (CDI) están brindando, hace tres meses, a más de 2.800 niños damnificados.
Un total de 20 albergues transitorios reciben apoyo de la campaña, que se extenderá hasta noviembre, según los responsables.
La donación llegará solo a seis instituciones de las 25 afectadas.