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Cerrando el año, se realizó –a todo pulmón– el desfile de modelos “Las Divinas Fashion Show”, en el cual las estrellas fueron las reclusas, tanto las que tomaron clases de peluquería como las invitadas especiales: Sra. Ana Dina Coronel (directora del penal) y Diana Ferreira (directora de la escuela 79 Centro San José, MEC, educación básica bilingüe, cocina y peluquería), además de reclusas de otros pabellones. “Hace un año me encontré con Nilsa Franco, –cuenta Adriana Gallitelli– una colega que trabajó hace muchos años con mi padre. Desde hace una década realiza este trabajo solidario, conversamos, me entusiasmé y decidí sumarme”. Nilsa, emocionada, dice que al principio no fue fácil: “Se fueron acercando de a poco, para luego participar de las clases e integrarse totalmente. Son muchos años de esfuerzo y sacrificio”. Adriana afirma que desde el primer día tuvo buena conexión con “sus chicas”, como las llama. “La idea era que aprendan todo en peluquería: lavado, peinado, color, manicura, etc. Pero el trato cotidiano y la cercanía nos hicieron comprender que además tenían otras necesidades. Empezamos a involucrarnos más con ellas y buscar cómo acompañarlas como mujeres, madres, hijas que sufren, sienten y que, como todo ser humano, cometen errores”.
–Adriana, ¿tenías algún temor cuando llegaste al penal?
–Tenía una idea de cómo eran los penales, pero me encontré con un verdadero “mundo aparte”. Nunca tuve miedo de entrar al penal, sino de no llenar las expectativas de las chicas, estaba ansiosa por saber cómo serían las clases. Voy cada 15 días. Además de la peluquería, charlamos sobre el amor, el perdón o simplemente dejamos que nos cuenten lo que sienten en el día a día en la cárcel. Tratamos de que los encuentros sean alegres.
–¿Qué significa brindar a estas mujeres un oficio?
–A: Primero la esperanza de tener un trabajo digno. Van descubriendo sus habilidades, pero tienen mucho miedo de no ser aceptadas en la sociedad cuando salgan, por sus antecedentes. También en ese punto queremos ayudarlas.
–Específicamente con la peluquería las ayudan a fortalecerse y seguir adelante.
–A: Este oficio embellece a las personas por fuera, para nosotras es nuestra profesión, pero también está el amor, la pasión y la dedicación que nos hace profesionales, eso lo transmitimos a las chicas. Ellas sienten que les hacemos caso, les dedicamos tiempo para que aprendan no solo el oficio, sino las ganas de hacer bien cada cosa y dar frutos el día de mañana. Nos piden que no las abandonemos.
–N: En este ambiente de historias difíciles, ellas buscan distraerse y olvidar sus penas. El estar lindas, sentirse femeninas les da buena onda, aparte trabajan haciéndose entre ellas peinados, alisados, manicura. El trabajo siempre gratifica.
–¿Alguna historia particular las impresionó?
–N: A mí me impresionó el caso de una reclusa que mató a su hijo (hay varios así), es algo que como madre no puedo entender; creo que son problemas mentales.
–A: A mí me impresiona la edad a la que empiezan a delinquir 14, 15, 16 años; a los 18 ya tienen hijos –algunas por violaciones– y se pierden en las drogas entre delincuentes. Chicas jóvenes y lindas, acá hay madres con hijas, también hijos en Tacumbú, presos todos por tráfico de drogas. Me pregunto ¿qué pasó en esa familia? ¿dónde estuvo la primera falla?
–¿Cómo trabajan el acompañamiento humano, lo más profundo?
–A: El plus que les damos es compartir sus propias historias. Invitamos a algún amigo religioso o una catequista para que les hable y rezamos todas juntas. Nos interiorizamos de sus necesidades, la mayoría está muy deprimida, angustiada, entonces compartimos relatos y hacemos “catarsis” entre lágrimas y risas. A veces ellas hablan en privado con alguna de nosotras. Les damos consejos como mujeres, pero sobre todo como seres humanos con defectos y virtudes. Tratamos de que sientan que la vida continúa y que es muy importante el cambio interior.
–¿Qué rol cumplen las empresas respecto a la transformación social?
–A: Como personas es nuestro deber moral ayudar. Para las empresas es algo optativo, todo depende de los dueños.
–¿Trabajarían también en Tacumbú?
–A: Por supuesto que trabajaríamos con todos. Mi frase de cabecera es: Lo que no se ha hecho no se puede deshacer, pero se puede prevenir para que no vuelva a ocurrir.
–¿En qué pueden ayudar otros profesionales?
–A: Pedimos que más colegas se unan a este proyecto, por ejemplo nutricionistas, psicólogos, profesores de gimnasia. También empresas de lácteos, panificados, fabricantes de artículos de higiene personal y limpieza, restaurantes que pueden aportar comida –que no esté vencida–.
–N: Nuestro proyecto es que el sector nos dé una mano. Tenemos entendido que las empresas ayudan, pero una o dos veces al año, lo bueno sería que la ayuda fuera mensual, tenemos productos nacionales de excelente calidad, si armamos un plan de trabajo, todo es posible, y así las reclusas tendrán una mejor calidad de vida en general.
Proyectos
Adriana y Nilsa están felices por la labor cumplida, que seguirá en el 2018. “Tenemos muchos proyectos y esperamos que otra gente se nos una. Hay mucho por hacer. Detrás de los sueños, siempre hay esfuerzos que la gente no ve”, subrayan. Todavía disfrutan del éxito de Las Divinas Fashion Show, “un desfile privado” –definen las chicas del penal– que unió a amigas, parientes, profesoras, directoras y reclusas. Mujeres con historias dolorosas tras el sueño consciente y posible de modelar sus vidas y volver a nacer.
lperalta@abc.com.py