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La declaración de santidad podemos decir que es tan antigua como la misma Iglesia. En los primeros siglos esta declaración se hacía de una manera sencilla y casi espontánea, brotaba de la fe del pueblo, de la “vox populi”, que luego era aceptada por la jerarquía de la Iglesia.
Tiempo después, los obispos tomaron responsabilidad por la declaración de santos en sus diócesis, para así evitar abusos. Sin embargo, con el paso del tiempo ha evolucionado el proceso. A partir del siglo X se pedía con frecuencia la aprobación del Papa, y desde el siglo XIII se reservó exclusivamente a él.
Con Chiquitunga, la Iglesia en Paraguay tendrá la primera mujer que va camino a los altares y segunda que alcanza la santidad, luego de Roque González de Santa Cruz, canonizado en 1988 por el papa Juan Pablo II.