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A los 14 años Mariano Vargas (60) entró a trabajar como jardinero en el Sanatorio Adventista de Asunción. Allí conoció a una japonesa de La Colmena, la enfermera Hydeko Suzuki. Cuando él tenía 19 ya se casaron, en 1973, y fueron a trabajar al Sanatorio Adventista de Hohenau. Se recibió como técnico en enfermería, anestesista y radiólogo.
Veinticuatro años atrás, en 1990, Vargas recibió un ofrecimiento de la empresa Shinozaki Mokko para trabajar en Japón en la construcción de viviendas de madera. El hecho de estar casado con una nikkei facilitó todo.
La pareja emigró a Japón, en principio por dos años, pero se radicó allá. Fueron con sus dos hijos, Eduardo (39), casado con una paraguaya de Fram, y Mayumi (37), casada con un mexicano. Ahora son abuelos y tienen seis nietos japoneses.
Tienen la vida hecha y derecha en la ciudad de Sano, 80 km al norte de Tokio: “Nos adaptamos muy bien a la vida allá. Lo más lindo es que es el país más seguro del mundo, pero lo feo son los terremotos.
Es como si viviéramos en una hamaca todo el día, porque hay miles de movimientos sísmicos, algunos leves que casi no se sienten, pero los fuertes sí”.
Ya jubilado, el compatriota sigue trabajando para la misma empresa, donde su propio hijo ahora es su jefe.
Además, se dedica a una empresa propia “Paraguay Matecha”, creada hace diez años para llevar yerba mate paraguaya por todo Japón. “Vendemos en cualquier lugar del Japón, por internet o por teléfono.
La yerba paraguaya tiene muy buena aceptación. Al comienzo era solo para el mate y tereré de los compatriotas, pero ahora nos dirigimos al mercado japonés que utiliza el mate cocido como chá o té”.
En la ciudad de Sano, la familia impulsó y creó la primera asociación de connacionales “Paraguayos en Japón”, que realiza actividades de todo tipo, celebraciones, torneos, trabajos comunitarios y difusión de la cultura paraguaya con la música, danza, comidas típicas. También hablan guaraní y se convierte en una entidad que asiste y protege a los paraguayos. Destacan, además, la ayuda y labor del embajador paraguayo en Japón, Naoyuki Toyotoshi, y la única abogada latina Maritza González de Ota.
“La satisfacción más grande que siento es que los paraguayos son muy bien considerados en Japón. Por ejemplo, si venís manejando y te para la policía en un retén, te pregunta de qué país sos y dónde trabajás, porque todo eso está registrado en la policía: –Paraguay. –¿De Paraguay?, te dice sorprendido, se mata de risa y pasás cómo en tu casa. Somos número uno en Sano por todo lo que hicimos en el municipio”.
La colectividad paraguaya antes estaba integrada por unas 300 personas en esa ciudad, pero luego de la crisis del 2008 y el tsunami del 2011 muchos regresaron: “A nosotros particulamente nos afectó en el sentido de que tuvimos más trabajo para reconstruir 180.000 casas. Fue una desgracia que nos dio más trabajo”, comenta.
Además de yerba mate, Paraguay Matecha lleva propóleo y polen, y ahora quiere incursionar en el mundo del fútbol para enseñar a los japoneses en una escuela deportiva en Japón: “Ellos siempre consideran que los extranjeros juegan mejor el fútbol y quieren aprender, sobre todo de los paraguayos”. Para ello contactó con la escuela de Ricardo Tavarelli para hacer realidad el sueño y aumentar los vínculos entre nuestros países.
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