Para que los maestros aprendan

El primer día de clase, la maestra Tere se enfrentó a sus alumnos de quinto grado y les dijo que ella trataba a todos los alumnos por igual y que ninguno era su favorito. En la primera fila, sentado estaba Pablito, un niño antisocial, con una actitud intolerable, el cual siempre andaba sucio y todo despeinado.

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El año anterior, la maestra Tere había tenido a Pablito en una de sus clases y lo veía como un niño muy antipático. A ella siempre le daba mucho gusto poder marcar con lápiz rojo una "X" en todo el trabajo que Pablito entregaba.

En la escuela donde la maestra Tere enseñaba, se le requería revisar el archivo de historia de cada alumno, y el de Pablito fue el último que ella revisó. Cuando empezó a leer el archivo de Pablito, se encontró con varias sorpresas.

La maestra de Pablito de primer grado había escrito: "Pablito es un niño muy brillante y muy amigable, siempre tiene una sonrisa en sus labios. El hace su trabajo a tiempo y tiene muy buenos modales. Es un placer tenerlo en mi clase".
La maestra de segundo grado: "Pablito es un alumno ejemplar, muy popular con sus compañeros, pero últimamente muestra tristeza porque su mamá padece de una enfermedad terminal".

La maestra de tercer grado: "La muerte de su mamá ha sido muy difícil para él. Trata de hacer lo mejor que puede, pero sin interés. Tampoco el papá demuestra ningún interés en la educación de Pablito. Si no se toman pasos serios, esto va afectar la vida de Pablito".

La maestra del cuarto grado: "Pablito no demuestra interés en la clase. Cada día Pablito se cohíbe más. No tiene casi amistades y muchas veces se duerme en clase". Después de leer todo esto, la maestra Tere sintió vergüenza por haber juzgado a Pablito sin saber las razones de su actitud. Se sintió peor cuando todos sus alumnos le entregaron regalos del Día del Maestro, envueltos en fino papel, con excepción del regalo de Pablito, que estaba envuelto con papel de revista.
La maestra Tere abrió todos lo regalos y cuando abrió el de Pablito, todos los alumnos se rieron al ver lo que se encontraba dentro. En el paquete había una botella con un cuarto de perfume y un brazalete al cual le faltaban algunas de las piedras; para suprimir las risas de sus alumnos, ella se puso inmediatamente aquel brazalete y se echó un poco del perfume en cada muñeca.

Ese día Pablito se quedó después de clase y le dijo a la maestra: "Maestra Tere, hoy usted huele igualito que mi mama". Después de haberse ido todos, la maestra Tere se quedó llorando por una hora. Desde ese día ella cambio su materia. En vez de enseñar lectura, escritura y aritmética, escogió enseñar a los niños.

La maestra Tere empezó a ponerle más atención a Pablito. Ella notaba que, mientras más ánimos le daba a Pablito, más entusiasmado reaccionaba él. Al final del año, Pablito se convirtió en el más inteligente de la clase y, a pesar de que la maestra Tere había dicho el primer día de clases que todos los alumnos iban a ser tratados por igual, Pablito era su preferido.
Pasaron 6 años, y la maestra Tere recibió una nota de Pablito, la cual decía que se había graduado de la secundaria y que había terminado en tercer lugar. También le decía que ella era la mejor maestra que el había tenido. De ahí pasaron 4 años cuando la maestra Tere volvió a recibir noticias de Pablito. Esta vez le escribía que se le había hecho muy difícil, pero que muy pronto se graduaría de la universidad con honores y le aseguró a la maestra Tere que todavía ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido.

Pasaron 4 años más, cuando la maestra Tere volvió a saber de Pablito. En esta carta él le explicaba que había adquirido su título y que había decidido seguir su educación. En esta carta Pablito también le recordaba que ella era la mejor maestra que había tenido en su vida.
Esta vez, la carta estaba firmada como "Dr. Pablo Altamira". En la primavera, la maestra Tere volvió a recibir una carta de Pablito, donde le explicaba que había conocido a una muchacha con la cual se iba a casar y quería saber si la maestra Tere podía asistir a la boda y tomar el lugar reservado usualmente para los padres del novio. También le explicaba que su papá había fallecido varios años atrás.
La maestra Tere aceptó con mucha alegría y el día de la boda se puso aquel brazalete sin brillantes que Pablito le había regalado y el perfume que la mamá de Pablo usaba. Cuando se encontraron, se abrazaron muy fuerte y el Dr. Altamira le dijo, muy quedo, en el oído: "Maestra Tere, gracias por haber creído en mí. Gracias por haberme hecho sentir que era importante y que yo podía hacer la diferencia". La maestra, con lágrimas en los ojos, le respondió: "Pablo, estás equivocado. Vos fuiste el que me enseñó que yo podía hacer la diferencia. Yo no sabía enseñar hasta que te conocí a vos".
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