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Viedma se ordenó en 1952 en Santiago de Chile, luego de haber sorteado varios años de estudios filosóficos y teológicos. Regresó al Paraguay y empezó a trabajar con los jóvenes en instituciones educativas de la congregación salesiana y en especial en la formación de nuevos talentos musicales, que era su pasión.
“Mi ordenación fue una gloria. Una gracia de Dios. Fue la felicidad plena, que solo hay que sentir para experimentar lo grande que fue aquel acontecimiento”, expresó el religioso, que hasta hoy mantiene una gran lucidez pese a que sus fuerzas físicas ya están un poco disminuidas.
Viedma dijo que trabajar con los jóvenes fue su ideal. “El arte musical me gusta porque es la cualidad que Dios me ha dado, por eso hasta el último día de mi vida trabajaré con los jóvenes”, resaltó.
El sacerdote vive actualmente en el Salesianito (Manuel Domínguez y Capitán Figari), donde hoy se oficiará la misa de acción de gracias por el aniversario de su consagración.
A los jóvenes acostumbra orientar para la vida vocacional y siempre les pide que tengan el tino de saber elegir la carrera que les gusta, “y si Dios llama a sus corazones, no les cierren las puertas porque la vida consagrada también ofrece mucha felicidad”. La vocación sacerdotal es sublime, porque Dios elige para servir a los demás, es otra de sus consignas.
Al explicar cómo ingresó al seminario, indicó que vino con sus padres a la capital y siempre veía a los seminaristas y le gustaba cómo vivían. Una vez su madre lo llevó al Seminario Metropolitano, pero como era aún muy joven no le aceptaron, entonces se fue con los salesianos.