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Al referirse a la misión de los diáconos, Valenzuela indicó que los mismos ayudarán al obispo y a su presbiterio en el anuncio de la palabra, en el servicio del altar y en el ministerio de la caridad, siendo servidores de todos. Por esta orden, además pueden celebrar el bautismo, bendecir los matrimonios, llevar la comunión y presidir exequias.
Los “servidores del altar”, como también son llamados, proclaman el Evangelio, preparan la mesa eucarística y también son llamados a colaborar en la catequesis, trabajando muy de cerca con los catequistas. En algunas comunidades, preside la celebración de la Palabra.
Valenzuela dijo que Jesús no pidió sacrificios de animales a sus seguidores, sino un corazón renovado, y eso mismo pidió a los nuevos consagrados. Aclaró que el verdadero culto es un espíritu renovado.
Se pregunto cómo debe ser la relación del creyente con Dios. En ese sentido, indicó que muchos se creen los mejores, dicen que su grupo político es el mejor, que los demás son mentirosos, sin embargo, estas actitudes egoístas no conviven con Dios. Centenares de fieles, entre ellos sus familiares, participaron de la misa.