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También, que moderes nuestro afán de riquezas, la búsqueda obstinada por triunfos mundanos, que lo que hacen es alimentar nuestra interminable vanidad.
En estos tiempos privilegiados te rogamos, Señor, que nos concedas un espíritu bien dispuesto y un corazón dócil a tus sabias inspiraciones, para saber discernir lo que pasa en nuestra familia y en nuestra sociedad.
Necesitamos encontrarnos contigo en la oración, en el silencio, en la meditación y en las penitencias que nos iluminan para comprender cuáles son los valores auténticos de la vida, y donde están las trampas diabólicas, que nos seducen y hunden en el egoísmo.
Sabemos que nos acompañas siempre, nos proteges, aunque algunas veces, nuestra impresión sea de ausencia o de distancia: purifica nuestras mirada, Señor Jesús.
Que nunca imitemos la frivolidad de Judas, que se dejó engañar de modo grosero y tomó actitudes perversas. Ni tampoco seamos superficiales como Pedro, sino que en todas las situaciones confiemos en tu amor y entrega, y correspondamos a tu amor con nuestro amor.
Amén.