Obispo castrense instó a resucitar de la corrupción y de la impunidad

Resucitar de la corrupción, de la impunidad y de situaciones de opresión y de sufrimiento que padece nuestro pueblo y obstaculizan una vida digna para tantos compatriotas, reclamó anoche el obispo castrense Mons. Adalberto Martínez, en la Vigilia Pascual que proclamó la victoria de Jesús sobre la muerte.

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Los cristianos celebraron anoche la Resurrección de Cristo como corolario de la Semana Santa que conmemoró su pasión y muerte. En la catedral del Sagrado Corazón de Jesús, del Obispado Castrense, la misa fue oficiada por Mons. Adalberto Martínez. El acto comenzó en la explanada del templo, donde se bendijo el fuego, del cual se dio luz al cirio pascual que representa a Cristo resucitado. Luego se ingresó al interior del templo, y a medida que se avanzaba, se prendían las velas que portaban los fieles. Una vez en los lugares se cantó el Gloria y siguió la liturgia.

En su homilía, Mons. Martínez dijo que la Pascua es tener la valentía para desechar el corazón arrugado y engrillado en los propios pecados para abrazarse y vivir en el Resucitado, nacer de nuevo, libre de las ataduras que oprimen, con un corazón renovado y alegre.

Al referirse a los próximos comicios, el obispo castrense indicó que la resurrección “debe motivarnos, a los protagonistas políticos y electores en general, a considerar en nuestra acción ciudadana las letras del Himno nacional: ‘nuestro brío nos dio libertad’, para comprometernos con energía y decisión, a trabajar por una sociedad más solidaria, justa y equitativa, sin ‘opresores ni siervos’, sino unidos como hermanos que labran el presente y el futuro de la patria para la dignificación de todos sus hijos”.

Transformar

Martínez indicó que la persona resucitada debe comprometerse en la transformación de las situaciones de opresión, de sufrimiento y de oscuridad que padece nuestro pueblo y obstaculiza una vida digna y plena para tantos compatriotas. Agregó que Cristo resucitado convoca a construir una patria renovada, a remover las pesadas piedras de la pobreza, de la inicua distribución de tierras, del techo, del desempleo, de la falta de salud y educación de calidad, de la inseguridad; a trabajar por la liberación de los hermanos, que sufren la esclavitud de la drogrodependencia, de los secuestros, de la violencia intrafamiliar, la trata de personas, abuso de menores, homicidios y feminicidios, de la ignorancia y la falta de oportunidades.

Invitó a trabajar por establecer políticas que defiendan la soberanía de la familia, para que sea reconocida como célula primordial de la sociedad.

“Estamos llamados a dar testimonio de la Resurrección del Señor en nuestra vida cotidiana, siendo luz y sal en una sociedad oscurecida y enferma por la corrupción y la impunidad, que priva a los pobres, a los pequeños, a los jóvenes, adolescentes, a los niños por nacer, a los más frágiles y vulnerables, de lo que les corresponde en justicia por su dignidad como ciudadanos e hijos e hijas de Dios”, afirmó en otro momento.

Mucha gente participó de la misa que ofició el obispo castrense.

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