Cargando...
Rezamos todos: Te damos gracias, Padre Santo, por María Inmaculada, modelo de fidelidad a la ley de la vida en Cristo Jesús. Que ella sea nuestro ejemplo de fe gozosa y firme para lograr una entrega total a tu voluntad y ser así portadores de la paz mesiánica.
Animador: Todos decimos: Dios te salve María... (se canta María de Nazareth).
Lectura bíblica: Lc. 2, 1-7; Mc. 6, 1-6
Reflexionamos
Dios fue enteramente libre para escoger a la madre de su Hijo. ¿A qué María escoge Dios, de entre tantas mujeres, para Madre de su Hijo hecho hombre? ¿A qué "señora" elige? A una mujer judía. María pertenece al pueblo judío, un pueblo pequeño, entonces pobre, colonizado y ocupado militarmente por el imperio romano (Lc. 2, 1-7).
María es de una región, Galilea, despreciada por los de la capital (Jn. 7, 52), de un pueblito del que se dice: "¿De Nazareth puede salir algo bueno?" (Jn. 3, 46).
A una mujer pobre. Esta es la realidad. Dios no escoge a una princesa, a una persona importante. Lo podía hacer, pero María ni siquiera es la prometida de un sacerdote judío, ni de un doctor (escriba), ni siquiera de un piadoso fariseo. Mucho menos es la mujer de un hacendado, ganadero o comerciante judío. De una mujer pobre nació el Hijo de Dios en la tierra. A una mujer del pueblo. La madre de Dios es María de Nazareth, un pueblecito pequeño, más bien caserío. Es una mujer campesina. Como su hijo Jesús, "el de Nazareth, nació y vivió pobre en medio de su pueblo".
Da a luz a su hijo en un establo y no tiene otra cuna para él que un pesebre de animales (Lc. 2, 7-9). Cuando su esposo José lo lleva por primera vez al templo, presentan la ofrenda de los pobres (Lc. 2, 34).
María y José no tenían plata para dar estudios a Jesús: "Los dirigentes judíos se preguntaban extrañados: ¿Cómo sabe este tanto si no ha estudiado?" (Jn. 7, 15).
Cuando Jesús vuelve a Nazareth, donde se había criado, como profeta que dice y hace cosas maravillosas, lo desprecian por ser hijo de una pobre mujer de pueblo: "El hijo de María" (Mc. 6, 1-6).
Los hijos queremos lo mejor para nuestras madres. Y lo mejor que quiso Dios, lo mejor que quiso Jesucristo para su madre es que ella fuese una mujer pobre, una mujer del pueblo. ¿Por qué será? Por supuesto que María era consciente de ser una mujer pobre, del pueblo, y lo aceptó, y lo quiso, y dio gracias por el hecho de que ella, siendo pobre y del pueblo, fuese la favorecida por Dios: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque se ha fijado en su humilde esclava" (Lc. 1, 45-48-49). El buen hijo no se avergüenza de su madre. Dios, Jesús, no se avergüenza de María de Nazareth. ¿Y nosotros nos vamos a avergonzar de ella cubriéndola con galas que no van con una mujer del pueblo, con una mujer pobre? Dios la quiso con otras "prendas". María de Nazareth, la única Virgen María que existe, no es un ídolo extraño, de otro mundo, con adornos, enjoyada, arrancada del pueblo, apartada y sentada e identificada con los poderosos. Así no lo quiso Dios. El único Dios vivo y verdadero. El Dios de Jesús quiso y buscó a la madre de su hijo donde mejor, según El, podía estar al alcance de todos y ser buscada: en el pueblo pobre y humillado, donde todos, pobres y ricos, podían fácilmente encontrarla. Porque así es Dios. "Yo, el Señor, que soy el Primero, yo estoy con los últimos" (Is. 41, 4).
Vamos a compartir
¿Qué significa ser pobre?
¿Qué nos dice a nosotros, a nuestra vida, ese amor preferencial de Dios por María, una mujer pobre, una mujer del pueblo, sencilla y humilde?
¿Qué imagen tenemos nosotros de María de Nazareth? ¿Cómo nos acercamos a María?
Vamos a rezar
* Por los gobernantes de nuestro país, para que vean en los reclamos del pueblo, un grito que exige la justa repartición de las riquezas, favoreciendo a los que no poseen nada. Oremos.
* Por todos los hombres que padecen hambre o enfermedad, por los emigrantes, los desterrados, por los privados de libertad y todos los que sufren. Oremos.
* Por los pobres, los enfermos, los moribundos, por todos los que necesitan nuestra ayuda y nuestro amor. Oremos.
* Por los que estamos aquí reunidos en la fe, en el amor, por los bienhechores de nuestra comunidad y por los que ayudan a los pobres y necesitados. Oremos.
Compromiso evangélico
Nos privamos de hacer algo que nos gusta, ofrecemos como mortificación por nuestra vanidad, soberbia y orgullo.
Hacemos abstinencia de comprar algo que queremos (gaseosa, pan, chocolate) y el importe depositamos en la ofrenda de la misa.
Oración final
Animador: Al concluir nuestro encuentro, demos gracias por la participación de todos ustedes. Pidamos a María, la madre que esperó con alegría el nacimiento de su hijo, que tengamos también nosotros la misma esperanza alegre en el nacimiento del Niño Dios.
Todos: Señor, envíanos el Espíritu Santo para que nos transforme y podamos, junto con María, dar frutos de amor, bondad, equidad, mansedumbre, justicia y unidad, celo audaz por la justicia y un esfuerzo inacabable por la unión de los cristianos al servicio de toda la humanidad redimida.
Todos: Inmaculada Concepción de María, danos un corazón limpio.
Rezamos todos: María, Madre de Jesús, acompaña nuestro vivir diario para que experimentemos el gozo de Dios; protege nuestros hogares, que haya amor y comprensión, e intercede también por nuestra patria y el mundo entero para que reinen la paz y la justicia.
Que la Inmaculada Concepción de María nos obtenga la bendición constante de Dios. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Se canta una canción mariana.
Animador: Todos decimos: Dios te salve María... (se canta María de Nazareth).
Lectura bíblica: Lc. 2, 1-7; Mc. 6, 1-6
Reflexionamos
Dios fue enteramente libre para escoger a la madre de su Hijo. ¿A qué María escoge Dios, de entre tantas mujeres, para Madre de su Hijo hecho hombre? ¿A qué "señora" elige? A una mujer judía. María pertenece al pueblo judío, un pueblo pequeño, entonces pobre, colonizado y ocupado militarmente por el imperio romano (Lc. 2, 1-7).
María es de una región, Galilea, despreciada por los de la capital (Jn. 7, 52), de un pueblito del que se dice: "¿De Nazareth puede salir algo bueno?" (Jn. 3, 46).
A una mujer pobre. Esta es la realidad. Dios no escoge a una princesa, a una persona importante. Lo podía hacer, pero María ni siquiera es la prometida de un sacerdote judío, ni de un doctor (escriba), ni siquiera de un piadoso fariseo. Mucho menos es la mujer de un hacendado, ganadero o comerciante judío. De una mujer pobre nació el Hijo de Dios en la tierra. A una mujer del pueblo. La madre de Dios es María de Nazareth, un pueblecito pequeño, más bien caserío. Es una mujer campesina. Como su hijo Jesús, "el de Nazareth, nació y vivió pobre en medio de su pueblo".
Da a luz a su hijo en un establo y no tiene otra cuna para él que un pesebre de animales (Lc. 2, 7-9). Cuando su esposo José lo lleva por primera vez al templo, presentan la ofrenda de los pobres (Lc. 2, 34).
María y José no tenían plata para dar estudios a Jesús: "Los dirigentes judíos se preguntaban extrañados: ¿Cómo sabe este tanto si no ha estudiado?" (Jn. 7, 15).
Cuando Jesús vuelve a Nazareth, donde se había criado, como profeta que dice y hace cosas maravillosas, lo desprecian por ser hijo de una pobre mujer de pueblo: "El hijo de María" (Mc. 6, 1-6).
Los hijos queremos lo mejor para nuestras madres. Y lo mejor que quiso Dios, lo mejor que quiso Jesucristo para su madre es que ella fuese una mujer pobre, una mujer del pueblo. ¿Por qué será? Por supuesto que María era consciente de ser una mujer pobre, del pueblo, y lo aceptó, y lo quiso, y dio gracias por el hecho de que ella, siendo pobre y del pueblo, fuese la favorecida por Dios: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque se ha fijado en su humilde esclava" (Lc. 1, 45-48-49). El buen hijo no se avergüenza de su madre. Dios, Jesús, no se avergüenza de María de Nazareth. ¿Y nosotros nos vamos a avergonzar de ella cubriéndola con galas que no van con una mujer del pueblo, con una mujer pobre? Dios la quiso con otras "prendas". María de Nazareth, la única Virgen María que existe, no es un ídolo extraño, de otro mundo, con adornos, enjoyada, arrancada del pueblo, apartada y sentada e identificada con los poderosos. Así no lo quiso Dios. El único Dios vivo y verdadero. El Dios de Jesús quiso y buscó a la madre de su hijo donde mejor, según El, podía estar al alcance de todos y ser buscada: en el pueblo pobre y humillado, donde todos, pobres y ricos, podían fácilmente encontrarla. Porque así es Dios. "Yo, el Señor, que soy el Primero, yo estoy con los últimos" (Is. 41, 4).
Vamos a compartir
¿Qué significa ser pobre?
¿Qué nos dice a nosotros, a nuestra vida, ese amor preferencial de Dios por María, una mujer pobre, una mujer del pueblo, sencilla y humilde?
¿Qué imagen tenemos nosotros de María de Nazareth? ¿Cómo nos acercamos a María?
Vamos a rezar
* Por los gobernantes de nuestro país, para que vean en los reclamos del pueblo, un grito que exige la justa repartición de las riquezas, favoreciendo a los que no poseen nada. Oremos.
* Por todos los hombres que padecen hambre o enfermedad, por los emigrantes, los desterrados, por los privados de libertad y todos los que sufren. Oremos.
* Por los pobres, los enfermos, los moribundos, por todos los que necesitan nuestra ayuda y nuestro amor. Oremos.
* Por los que estamos aquí reunidos en la fe, en el amor, por los bienhechores de nuestra comunidad y por los que ayudan a los pobres y necesitados. Oremos.
Compromiso evangélico
Nos privamos de hacer algo que nos gusta, ofrecemos como mortificación por nuestra vanidad, soberbia y orgullo.
Hacemos abstinencia de comprar algo que queremos (gaseosa, pan, chocolate) y el importe depositamos en la ofrenda de la misa.
Oración final
Animador: Al concluir nuestro encuentro, demos gracias por la participación de todos ustedes. Pidamos a María, la madre que esperó con alegría el nacimiento de su hijo, que tengamos también nosotros la misma esperanza alegre en el nacimiento del Niño Dios.
Todos: Señor, envíanos el Espíritu Santo para que nos transforme y podamos, junto con María, dar frutos de amor, bondad, equidad, mansedumbre, justicia y unidad, celo audaz por la justicia y un esfuerzo inacabable por la unión de los cristianos al servicio de toda la humanidad redimida.
Todos: Inmaculada Concepción de María, danos un corazón limpio.
Rezamos todos: María, Madre de Jesús, acompaña nuestro vivir diario para que experimentemos el gozo de Dios; protege nuestros hogares, que haya amor y comprensión, e intercede también por nuestra patria y el mundo entero para que reinen la paz y la justicia.
Que la Inmaculada Concepción de María nos obtenga la bendición constante de Dios. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Se canta una canción mariana.