Manantiales perdidos del Parque Caballero

Solo quedan vestigios de los manantiales y lagunas del Parque Caballero que congregaban a bañistas todos los veranos. Todavía corre el agua cristalina que trata de abrirse paso entre las ruinas y los desechos del abandono. Quedaron en postales como símbolo de un pasado de distinción, estilo y urbanismo.

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“¡Hay que ver qué hermosos se ponen en primavera, qué frescos en verano, qué sentimentales en otoño, qué austeros en invierno! ... Asuncenos, visitad los parques”.

Esto lo escribía Hipólito Sánchez Quell en los años cincuenta con referencia al Parque Caballero y al Parque Carlos Antonio López, entonces los dos únicos y más hermosos de la zona céntrica de Asunción.

No es para menos, el Parque Caballero de aquella época era uno de los motivos principales de las postales que se vendían en cada cuadra de la ciudad como souvenir. Mostraban más que nada toda la belleza y el buen gusto en el ornamento y las instalaciones, dignas de los mejores parques europeos.

Hacia fines de 1934, cuando faltaban aún meses para que la Guerra del Chaco llegara a su fin, la Municipalidad de la Capital, lejos de sucumbir, se dedicó a dar vida a Asunción. Así se aprovecharon los manantiales naturales de agua surgente y dispuso la construcción de una hermosa piscina, verdadero motivo de atracción en los días de verano.

Antes de la guerra, el intendente Miguel Ángel Alfaro, uno de los principales propulsores del equipamiento del parque, ya lo había dotado de hermosas terrazas y pergolados, frecuentados por las familias asuncenas que iban al lugar a tomar el té, según recuerda el Arq. Eduardo Alfaro, su nieto.

El enorme predio fue adquirido en 1919 de los sucesores del general Bernardino Caballero, que en el lugar poseía su quinta.

Según Esperanza Gill, en su libro “Testimonio de la Asunción”, el Parque Caballero antiguamente estaba regado por dos arroyos: el “Arroyo Pacobá”, que nacía entre las chacras del gobernador Irala y la casa quinta del general Caballero, al lado del portón de entrada. Era aprovechado para el baño de esa quinta y probablemente surtió de agua a una de las primeras piscinas techadas de Asunción.

De allí cruzaba la calle del Hospital, hoy Estados Unidos, y luego de meterse en la propiedad de José Berges se precipitaba hacia el barranco.

El segundo era el llamado “Arroyo del Chorro Caballero”, que nace en la cabecera norte de la actual piscina olímpica a la que surtía de agua y luego formaba la laguna del parque muy bien aprovechada durante décadas por la sociedad asunceña sobre todo en los días de verano.

Este arroyo permanece hasta hoy entre los vestigios de la laguna y luego descarga su hilo de agua hacia el barranco desde una altura de 12 a 15 metros que formaba el “Chorro Caballero”, hoy perdido entre el caserío. No obstante, sigue siendo frecuentado cada Viernes Santo por el vecindario para el chapuzón purificador.

“Este chorro era muy concurrido, en especial por personas mayores, desde fines y primer cuarto de este siglo, llegando la concurrencia en botes desde el centro o a caballo por el bajo”, cuenta Esperanza Gill.

Los vestigios quedan. Un milagro sería recuperarlos.

Proyecto de revitalización

Como ocurre con cada administración, el intendente Arnaldo Samaniego tiene un ambicioso proyecto de recuperación para el Parque Caballero que está presupuestado para este año 2013 por un monto de 1.500 millones de guaraníes.

El plan incluye la consolidación de los límites, cerco perimetral, la revitalización de sus distintas áreas como el jardín japonés, el estanque de patos, áreas deportivas, infantiles, de administración, servicios y el vivero.

El MOPC también anunció que lo ampliará hasta la bahía dentro de los planes de la Costanera.

pgomez@abc.com.py / Fotos: Gustavo Machado

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