Lunes Santo: María de Betania, quien amó más

Hoy, la liturgia nos adelanta la unción de Jesús. Lo hace una mujer. Una unción de sepultura hecha en vida (faltan seis días para la Pascua). Se nos recuerdan aquí dos cosas: un gesto de amor y de adhesión pública a la persona de Jesús honrándolo, ungiéndolo con perfume; y la amenaza y el desamor de los adversarios que no quieren cambiar su concepto de Mesías o no quieren adherirse a la persona y al estilo de Jesús.

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María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume…

Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?

Entonces Jesús dijo: Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tendrán con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán.

Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no solo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

El atrevimiento de María de Betania

El Evangelio de Juan nos recuerda que la unción de Jesús tuvo lugar en Betania, cerca de Jerusalén, y fue hecha por María. Los otros evangelios hablan del mismo estilo de unción sin dar el nombre de la persona y mencionando su condición de pecadora. El Evangelio de Juan reelabora el encuentro de Jesús con Marta y María y los ubica en Betania. Marta sigue siendo la trabajadora y María queda libre para realizar su gesto profético de amor y servicio, ungiendo a Jesús para la muerte.

El Evangelio de Juan es el único que asocia a María de Betania con la mujer que unge los pies de Jesús (en otros evangelios esta mujer es una de mala reputación).

El amor es atrevido. El amor es arriesgado. El amor se juega todo. El amor es servicio. El amor es unción. Este es el amor de María.

Lucas ya nos recordaba que María había priorizado las enseñanzas de Jesús sentándose a sus pies, que es signo de discipulado. María había preferido, según Lucas, el aprendizaje amoroso de las enseñanzas de Jesús y se había convertido en una de sus discípulas-colaboradoras. Había un compromiso público de María hacia la persona de Jesús.

Pero el Evangelio de Juan, el de hoy, la presenta en esta actitud de ungir los pies de Jesús. Ella se expone y así expone las actitudes de los demás. Ella se arriesga y se tira al todo o nada y se echa a los pies de Jesús. Nadie se atrevería, pero ella sí y así dejó ver las actitudes de sus discípulos, especialmente la de Judas.

Dejará aflorar también las actitudes de los sacerdotes venidos de Jerusalén que decidieron matarlo a él y a Lázaro.

¿Cómo un gesto de amor puede producir tanta discordancia? ¿Cómo Judas pudo quedarse en el otro extremo frente a tanta manifestación de amor? ¿Acaso Judas no amaba a Jesús? ¿o su amor era interesado? El amor sincero y desinteresado de una persona, en este caso la de María, siempre revela las limitaciones de nuestros sentimientos. Por eso sentimos envidias y a veces descalificamos o pretendemos silenciar a las personas que con su amor evidencian nuestro nivel de desamor.

La cruz que Jesús está por asumir es el signo del amor-entrega. Mientras que normalmente la cruz era signo de desprecio y soledad. María al ungir a Jesús muestra su extremo amor y dice que la muerte no tendrá la última palabra.

El amor de Jesús experimentado por una mujer

Amor con amor se paga. Esta frase va como anillo al dedo para calificar esta escena del Evangelio de Juan: María ungió los pies de Jesús y los enjugó con sus cabellos porque se sentía amada y estaba desbordante de agradecimiento. Es un acto de amor y compromiso.

María de Betania encarna a todos los que aman a Jesús con corazón sincero y agradecido. María de Betania representa el protagonismo de las mujeres en la tarea de inyectar amor al mundo y de purificar a la Iglesia de su lastre de machismo. La mujer está llamada a llenar de buen perfume la Iglesia entera, el mundo entero. María representa a miles de mujeres que con sus gestos diarios de amor matan a la muerte que es la impotencia de amar.

María de Betania estaba anticipando el lavatorio de los pies de los discípulos, transformándose ella misma en la primera servidora. La mujer con su presencia en la Iglesia está llamada a mostrar la cara de servicio de esta institución y a enseñar a sus miembros con qué actitud habría que hacerlo: la del amor misericordioso que se inclina como madre hacia el hijo pequeño para servir (rajamin: amor misericordioso).

María de Betania hace un gesto señero de mujer que ama y que sigue públicamente a Jesús. Al ungir a Jesús frente a todos los presentes se contrapone al gesto de dos hombres, José de Arimatea y Nicodemo, que realizan la unción del cuerpo de Jesús en secreto por temor de hacer pública su fe. Cuántas mujeres paraguayas valientes manifiestan su fe públicamente aunque no sean acompañadas ni apoyadas por el hombre (“maridos”).

La actitud de Jesús con las mujeres

Nos recuerda José Antonio Pagola que Jesús adoptó ante las mujeres una actitud que sorprendió incluso a sus mismos discípulos. Si algo se desprende con claridad de la actuación de Jesús es que, para él, hombres y mujeres tienen igual dignidad personal sin que la mujer tenga que ser objeto del dominio del varón. Sin embargo, los cristianos no hemos sido todavía capaces de extraer todas las consecuencias que se siguen de la actitud de nuestro maestro.

En una Iglesia dirigida por varones no hemos sido capaces de descubrir todo el pecado que se encierra en el dominio que los hombres ejercemos, de muchas maneras, sobre las mujeres. Y lo cierto es que no se escuchan desde la jerarquía voces que, en nombre de Cristo, urjan a los varones a una profunda conversión. Sin embargo las mujeres, como María de Betania, nos siguen mostrando cómo amar a Jesús públicamente y cómo podríamos cambiar las estructuras frías y machistas de nuestras comunidades cristianas.

El amor según San Pablo

El amor tiene gran ánimo, el amor es bondadoso; no tiene envidia, no se jacta, no se engríe; no se porta indecorosamente, no busca su propio provecho; no se irrita, no piensa en el mal; no se alegra de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo cubre, todo lo cree, todo lo espera; siempre permanece. (Carta a los corintios) 

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