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Tras aguardar en una salita, escuchamos desde el fondo del patio el bullicio de los niños y hasta parecían sanos, fuertes y, sobre todo, con ganas de vivir y ganarle la batalla al VIH.
La más pequeña del hogar tiene apenas seis meses de edad, se llama Tatania. Su hermana con un poco más de un año, también infectada, se llama Magalí, quien cuando ingresamos al patio en donde los mismos se encontraban jugando, nos dijo: Upa, upa. Otras se entretenían con sus muñecas y otro que se creía el más fuerte nos dijo que era Power Ranger.
Ellos tienen muy poca defensa, pero están bien alimentados, gracias a Juan Pablo II, que nos ilumina, nunca falta, a veces por la mañana no tenemos nada, pero a la tarde el panorama ya cambia, siempre hay alguien que nos ayuda, sostuvo la hermana Obdulia.
Tres pequeños adquirieron el mal por medio de transfusiones de sangre.
Ellos vivían en precarias condiciones con sus padres, la mayoría ya son huérfanos, entonces nosotros les brindamos acá el cuidado que ellos necesitan, comentó la vicentina.
Los niños necesitan ropa, alimentación, juguetes y, sobre todo, mucho cariño y amor, pues tienen sus propias fantasías y sueñan con un mundo mejor para ellos. Si a alguien le sobra un poco, podría ir a visitarlos y ver la realidad de estos niños.
Fotos: Carlos Schatebehk