Los niños que conviven con el VIH soportan el abandono del Estado

Además de llevar la pesada carga de convivir con el VIH/sida, sufren el lamentable olvido del Estado. Son 17 niños hijos de padres que portan el virus mortal y viven en el Hogar Juan Pablo II, del barrio Tablada de Asunción. Allí cuentan con el cuidado y cariño de las hermanas vicentinas, que dan mucho amor a los pequeños.

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Ingresamos al Hogar Juan Pablo II, ubicado en las calles Dublín e Inglaterra del barrio Tablada Nueva. Los niños están bajo el cuidado de la congregación Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul.

Tras aguardar en una salita, escuchamos desde el fondo del patio el bullicio de los niños y hasta parecían sanos, fuertes y, sobre todo, con ganas de vivir y ganarle la batalla al VIH.

Ellos ni siquiera pueden entender la enfermedad que están padeciendo, pero viven cada minuto y cada segundo como si fuera un nunca más. Si bien reciben la medicación otorgada por la fundación Marco Aguayo y la asistencia del Programa Nacional de Control del Sida, dependiente del Ministerio de Salud, los pequeños viven más de la caridad de la gente que de la asistencia del Estado.

La más pequeña del hogar tiene apenas seis meses de edad, se llama Tatania. Su hermana con un poco más de un año, también infectada, se llama Magalí, quien cuando ingresamos al patio en donde los mismos se encontraban jugando, nos dijo: “Upa, upa”. Otras se entretenían con sus muñecas y otro que se creía el más fuerte nos dijo que era “Power Ranger”.

“Ellos tienen muy poca defensa, pero están bien alimentados, gracias a Juan Pablo II, que nos ilumina, nunca falta, a veces por la mañana no tenemos nada, pero a la tarde el panorama ya cambia, siempre hay alguien que nos ayuda”, sostuvo la hermana Obdulia.

El mayor de los internados tiene 13 años. Todos fueron infectados por la vía perinatal, es decir, adquirieron el virus durante el embarazo de sus madres. Dos de ellos tienen problemas neurológicos y uno ya se encuentra en la etapa final de la enfermedad.

Tres pequeños adquirieron el mal por medio de transfusiones de sangre.

“Ellos vivían en precarias condiciones con sus padres, la mayoría ya son huérfanos, entonces nosotros les brindamos acá el cuidado que ellos necesitan”, comentó la vicentina.

Los niños necesitan ropa, alimentación, juguetes y, sobre todo, mucho cariño y amor, pues tienen sus propias fantasías y sueñan con un mundo mejor para ellos. Si a alguien le sobra un poco, podría ir a visitarlos y ver la realidad de estos niños.

Fotos: Carlos Schatebehk
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