Los aché, un pueblo perseguido que sobrevivió a la amenaza del genocidio

Las crónicas de los años setenta hablaban de encarnizados enfrentamientos entre peones de estancias y los aché guayakí. Los primeros se apoderaban de sus territorios y los asesinaban con sus fusiles; sus niños, en cambio, eran vendidos como esclavos.Sobrevivieron unos pocos y fueron reagrupados en Chupapou, donde hoy estudian para enfrentarse a una nueva cosmovisión.

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Quienes presenciaron la masacre de los aché guayakí relatan que, cuando los nativos se sentían acorralados por los blancos que invadían su territorio, trepaban como si fueran monos a lo más alto de los árboles, y desde allí se precipitaban al suelo. Se quitaban la vida ellos mismos antes que dar ese privilegio a los matones. Otros, en cambio, huían despavoridos por los montes de Alto Paraná o de Caazapá, donde aparecían en pequeños grupos de familias diezmadas.

La dictadura stronista no pudo ocultar la matanza, que indignaba a la comunidad internacional, y así aparecieron voces que clamaban el fin de las persecuciones y también corrientes que querían reubicarlos para intentar recuperar sus culturas.

Así nació Chupapou en 1978, y, bajo la orientación de la Congregación del Verbo Divino, empezó a dar los primeros pasos para la formación de una colonia, una concepción totalmente diferente a su organización selvática.

Los nativos empezaban a desarrollar sus vidas bajo techo. Encontraban aún sus alimentos en la recolección, debido a que en esa época abundaban los montes. Pero con el correr de los años, encontraron que en Chupapou tendrían limitaciones para practicar la caza con sus temibles e infalibles arcos y flechas. Era porque empezaban a sentirse rodeados por los explotadores de madera y posteriormente por la agricultura mecanizada.

Ante esta situación, empezaron a criar animales de corral, pero tampoco fue suficiente para satisfacer las necesidades de una población en acelerado aumento. Incorporaron ganado, pero como aún no tenían la concepción de la reserva, todo lo consumían. Hoy se plantean incorporar lo que será su forma de subsistencia: la agricultura.

Esta nueva disciplina u ocupación cambiará sustancialmente su cosmovisión; es decir, pasarán de la naturaleza que todo lo regalaba -un supermercado natural- al necesario cultivo, si quieren sobrevivir. El ejemplo lo tienen alrededor de sus comunidades, donde se extienden prósperos cultivos.

Los padres aché, así como los religiosos del Verbo Divino -que les asisten-, son conscientes de esta realidad, y para enfrentarla han habilitado un colegio agropecuario, que el jueves graduó a su primera promoción de 19 técnicos. Son jóvenes que quieren introducir la agricultura sistemática en la comunidad.

Según sus profesores, los alumnos están preparados para identificar terrenos de cultivos y, al mismo tiempo, establecer las épocas de siembra. El desafío de reivindicar a esta sufrida etnia está en sus manos. Chupapou no solo está llamado a sobrevivir, pues por su organización debe ser una próspera colonia, donde la agricultura no sea solamente para subsistir, sino también para instaurar el bienestar en cada uno de los hogares indígenas.


avelazquez@abc.com.py
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