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El Viernes de Dolores contempla los sufrimientos de la Virgen María junto a Jesús. La tradición dice que fueron siete los momentos difíciles que tuvo en ese acompañamiento. (Ver cuadro).
Contemplar los sufrimientos de María es valorar el sentimiento de una madre hacia su hijo, que en el caso de ella, ya experimentó desde el momento en que estaba por dar a luz al mesías.
El acontecimiento se enmarca dentro de la cuaresma, que años atrás, era un tiempo de mucho silencio. No había fiestas, diversión ni desenfrenos. Los viernes eran de ayuno y abstinencia. Se comía con mucha moderación. Era costumbre ir a los templos y participar de los grandes vía crucis por los barrios.
Esta preparación era para vivir intensamente la Semana Santa, especialmente el triduo pascual que comenzaba la noche del Jueves, seguía el Viernes y terminaba con la vigilia pascual, el Sábado Santo. Actualmente, todo ha cambiado. La sociedad de consumo ofrece conciertos, distracciones y turismo para olvidarse de lo religioso.
Los viernes como hoy son ahora penitenciales y se promueve la práctica de la oración, la solidaridad y la caridad.
El ayuno y la abstinencia se limita a dos días: Miércoles de Ceniza y Viernes Santo. La Cuaresma y la Semana Santa del Paraguay de 30 o 40 años atrás eran muy diferentes a las actuales.
El Viernes de Dolores es hoy solo recuerdo. Es la realidad del mundo actual frente a un pasado que las nuevas generaciones no conocieron. Antes, los mayores eran los responsables de imponer ese ambiente de oración y de tranquilidad espiritual. Actualmente la inseguridad impide a muchos salir de las casas. La quietud del Viernes de Dolores es añorada por muchos.
En esta pérdida de las tradiciones también influye en el humor de los sacerdotes, que antes que recuperar prácticas espirituales, hasta suprimen tradiciones.