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Hoy, transcurridos más de 43 años de la muerte del padre Pío, Di Capua llega al Paraguay con un tesoro preciado: un guante que cubría la llaga de una de las manos del santo, y algunas gotas de la sangre que emanaba de la herida. Ellas presidirán, el próximo 3 de mayo, la ceremonia de consagración de la primera iglesia de nuestro país dedicada al célebre santo italiano, ubicada en Surubi-i.
Sobre su experiencia junto a San Pío de Pietrelcina, el padre Ermelindo comenta que en la última etapa de su vida, el religioso “sufría mucho, pero no solamente por el dolor que le causaban los estigmas, sino también por las muchas enfermedades que padecía, así como por la incomprensión de muchas personas que no recibían su mensaje”.
Ese mensaje, recuerda, estaba basado en tres pilares: alegría, esperanza y caridad. “Alegría porque, incluso sufriendo, el padre Pío difundía paz. Las tres palabras que constituyen un norte para sus devotos son: espera, reza y no desesperes”.
San Pío, nacido Francesco Forgione, vino al mundo en Pietrelcina, provincia italiana de Benevento, el 25 de mayo de 1887. Consagró su vida a Dios el 6 de enero de 1903. El 20 de setiembre de 1918, rezando delante del crucifijo de la iglesia del convento de San Giovanni Rotondo, a donde había llegado dos años antes, tuvo la experiencia más imponente de su existencia.
Un misterioso personaje que emanaba sangre de los pies, las manos y el costado se posó delante del capuchino y, en una operación tan espiritualmente mística como corporalmente dolorosa, le transfirió al cuerpo los estigmas de Jesucristo. Con los años, las heridas siempre sangraron, particularmente la del costado, que comenzaba a hacerlo los días jueves por la tarde para dejar de hacerlo recién el sábado siguiente.
En los tres años en que el padre Ermelindo vivió en San Giovanni Rotondo, no tuvo la “gracia” –así le llama él– de ver esas heridas, ya que el santo siempre las llevaba cubiertas. Sin embargo, recuerda que besando la mano del padre Pío las pudo percibir claramente, así como notar el rostro adolorido de su hermano capuchino cada vez que algún incauto estrechaba con fuerza su mano.
San Pío de Pietrelcina murió en San Giovanni Rotondo en la madrugada del 23 de setiembre de 1968. En el convento se encuentra ubicado un imponente santuario al que miles y miles de fieles del mundo entero se dirigen diariamente para honrar la memoria y la vida de uno de los hombres más emblemáticos del siglo XX. El papa Juan Pablo II lo canonizó el 16 de junio de 2002.
Una intensa agenda que incluye visita a cárceles
LUQUE (María Teresa Blanco, corresponsal). El guante y el relicario en donde se guarda la sangre de San Pío de Pietrelcina estarán mañana, a las 15:00, en la capilla de San Pío de los Capuchinos. La agenda de actividades del padre Di Capua continúa el domingo en la Catedral de Asunción en donde oficiará una misa. El lunes y el martes estará en Ciudad del Este. A las 15:00, en el convento San Francisco de los capuchinos, y a las 18:00, en la parroquia San Roque González. El miércoles 25, a las 19:30, volverá a la capilla San Leopoldo de los capuchinos, en Asunción.
En tanto que el jueves 26, a las 10:00, visitará el penal de Tacumbú donde oficiará una misa y visitará a los enfermos. El viernes 27, a las 18:30, se trasladará a la parroquia Sagrados Corazones, mientras que el sábado 28, a las 18:00, irá a la parroquia San Rafael. El domingo continúa su gira religiosa en el penal del Buen Pastor, a las 8:00, y por último se realizará la consagración de la capilla de San Pío, en Surubi-i, el jueves 3 de mayo, a las 9:00.