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“Hola, ¿cuántos colectivos faltan por llegar de Argentina?”, preguntó Ramón Cuenca, quien ayer recorría incesantemente las plataformas de la Terminal de Ómnibus de Asunción (TOA), al igual que centenares de personas.
Hace seis años se conforma con solo dar “me gusta” a las fotos de su hija en Facebook. Pero al fin llegaría y le podría dar un abrazo. Ya había pasado media hora del horario marcado, y él seguiría esperando los 13 colectivos que aún debían llegar desde Argentina. De uno de ellos bajaría “su tesoro”.
“¿Cuántos años tienen tus nietas?”, le preguntaron a Darío Díaz y él se quedó mirándolas, sin saber qué responder, hasta que le tuvo que trasladar la pregunta a ellas. Ocho y tres, mostraron con sus dedos, entre risas y mucha emoción abrazadas fuertemente a su abuelo, a quien apenas conocieron de bebés, pero de igual forma lo llenan de besos.
Ambas vinieron con su mamá, Hermelinda Díaz, de Argentina, después de casi tres años y se disponían a tomar el colectivo a Ypacaraí para conocer la casa de su abuelo.
Hermelinda dijo que le costó muchísimo venir a Paraguay porque necesitó “un montón de documentos caros”, más tres pasajes de bus. Dijo que un pasaje solo de venida cuesta al menos 1.200 pesos argentinos, es decir G. 400.000.
“¿Qué es lo que más extrañaste de tu país?”, “¡A mis padres!”, respondió sin pensarlo dos veces. Con sus hijas viajó 19 horas y aún le quedaba otro par de hasta Ypacaraí. “Todo vale la pena”, aseveró.
A las 10:34, bajó Fabiola Guanes del colectivo y empujando bolsones corrió hacia su hermana a quien no veía hace dos años. Con mucha delicadeza tomó a su sobrino de meses en brazos por primera vez. “¡Me siento refeliz!”, exclamó con la voz temblorosa por la emoción.
A solo unos metros, un papá y una hija se enlazaban en un gran abrazo. Ella rubia y él morocho. La joven llegó después de 14 años al país.
Herminio Ramírez relató que fue preso político durante la dictadura de Alfredo Stroessner, y luego se vio obligado a dejar el país. Cuando al fin volvió formó familia y tuvo a Jessica, pero la miseria los obligó a buscar oportunidades en Argentina. “Yo volví, pero ella se quedó con su mamá. Ahora al fin veo a mi niña de nuevo”, indicó.
Ya casi al mediodía, una “canasta de Navidad” resaltaba entre las opacas maletas y las personas cansadas en la Terminal. Iba a hombros de Mabel Peña, quien buscaba el bus que la llevara al departamento de San Pedro, porque tenía que hacer una entrega especial.
El regalo no pudo llegar el 25 de diciembre a su madre, pero ahora ya iba camino del gran encuentro.