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“Esta noche un grupo de jóvenes del barrio San Roque aprovechará la hermosa luna de estos días para salir de serenata. Las muchachas estarán atentas para recibir el cumplido de los jóvenes enamoradizos que gustan del canto y la guitarra. Que se diviertan”, decía un recorte periodístico del 2 de marzo de 1877.
Y una de las características del barrio San Roque eran los balcones, de la planta alta o de la planta baja. Desde estos miradores decorados con balaustres, hierro forjado y mármol, sus moradores veían los desfiles hacia la calle Palma, asistían a las comilonas de perros en honor a San Roque y las chicas esperaban las serenatas. A lo largo de las calles Mariscal Estigarribia y Eligio Ayala afortunadamente se mantienen estas muestras de la arquitectura con reminiscencias neoclásicas, art decó y art nouveau.
Muchas viviendas del entorno de San Roque datan de la posguerra del setenta y principios del siglo XX cuando la Capital despertó a una efervescente vida citadina por la presencia del Ferrocarril Central. El tren permitió una gran expansión de construcciones mixtas destinadas al comercio y a los servicios profesionales.
Un conocido yerbatero que traía sus productos remontando el río desde la zona de San Estanislao, y luego afincado en una de las señoriales casas, fue don Octaviano Rivarola, de quien descienden varias generaciones. Actualmente pertenece al Indert.
A lo largo de estos ejes de calles que se abrían hacia las afueras se expandió la Asunción del siglo XX, dice la Arq. María Teresa Miranda, directora de patrimonio de la Municipalidad de Asunción, quien pasó su infancia en el barrio.
Miranda refiere que muchos inmigrantes italianos se habían instalado en el barrio San Roque, entre ellos los Pirotta, quienes compraron varias manzanas, las lotearon y vendieron a sus amigos que eran conocidos médicos. Todos eran de la primera camada de médicos egresados en 1903 entre quienes estaban Andrés Barbero, Ricardo Odriozola, Luis Migone y Rufino Gorostiaga. Luego se fueron sumando otros profesionales de la medicina con su consultorio y vivienda al mismo tiempo.
Para la Arq. Miranda “este entorno tiene una connotación muy humanitaria, en el sentido de haber albergado a gente muy solidaria y altruista, comenzando por el Dr. Barbero. Ayudaban a los más necesitados durante las épocas de peste y epidemias, que asolaban Asunción. Pareciera que respondían al espíritu mismo del lugar que en la época colonial se conformó en torno al vecino Convento de los Franciscanos”.
Cerca del convento estaban las rancherías de los esclavos e indígenas. De hecho, la hoy Plaza Uruguaya siempre acogió a los nativos a lo largo del tiempo hasta que fue enrejada.
En la Época Colonial, la ciudad terminaba en el convento franciscano y empezaba un paraje de zanjas con la famosa zanja de San Roque. Las tierras que estaban fuera de ese ejido colonial pertenecían al Sr. Cazal, por lo que fue conocido como “Cazal Cocuere”.
El tren cambió la vida del lugar y se convirtió en la articulación de la antigua ciudad colonial con la trama urbana que se fue expandiendo con las villas de fin de semana de las avenidas España y Mariscal López, sostiene María Teresa Miranda. También recuerda con pena la demolición del antiguo templo de San Roque, el de los tiempos de López, donde “mis padres hicieron una misa por sus 15 años de casados en 1969”.
El padre Escalante, que tenía a su cargo la parroquia, en tiempos de la demolición llevó la réplica de la Virgen de Caacupé, que hasta hoy se encuentra allí “a mis tías Encina Iglesias que vivían sobre España casi Estados Unidos”. La imagen quedó en guarda porque una de las mujeres era la camarera de la Virgen de Caacupé y todos los años se encargaba del vestido, la peluca y joyas para la procesión. Entonces, la sala se convirtió en un pequeño oratorio para la Virgen de los Milagros hasta su vuelta al nuevo templo.
Las horas de Madame Lynch
Frente a la iglesia de San Roque, en Mariscal López y Tacuary, se mantiene una antigua casona que dio cabida al Hogar del Canillita y hoy es parte de la Obra Social de la Parroquia. Originalmente fue la casa de Isadora Díaz, hija del General José Eduvigis Díaz.
La historiadora Ana Barreto, en su libro “Elisa Alicia Lynch”, cuenta que Madame Lynch se hospedó allí cuando volvió al Paraguay en 1875 para reclamar sus bienes. Fueron las últimas horas de su vida en Paraguay. “Fue recibida en el Puerto de Asunción por las mercaderas muy afectuosamente; inclusive la escoltaron a pie hasta la casa de Isadora Díaz, su fiel amiga que había regresado unos años antes de Europa”, relata Barreto en su obra.
Traicionada por el presiente Juan Bautista Gill y por precaución tuvo que refugiarse en el barco de bandera inglesa HMS Cracker. Allí recibió de parte de Encarnación Valdovinos un cuchillo viejo envuelto en algodón con una frase amenazándola que ese puñal la perseguiría toda su vida por la muerte de las hermanas Barrios. Madame Lynch regresó sin nada a Buenos Aires y luego a Europa.
Fotos: Diego Fleitas