La victoria de la vida

Para la Iglesia, el domingo de Pascua ya empezó con la celebración de la Vigilia Pascual. Es la fiesta de la resurrección de Jesús: la victoria de la vida sobre la muerte.

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Algo completamente inesperado sucede: las mujeres van a la sepultura muy tempranito para hacerle los honores fúnebres que no pudieron hacerle por la prisa del viernes, y encuentran que la sepultura está abierta y vacía. Y que Jesús está vivo, resucitado y glorioso. Al inicio les parece difícil creer que aquel mismo que lo vieron tan desfigurado está ahora con tanta vida. Pero de a poquito cuando lo escuchan llamarles por el nombre, cuando ven las señales de los clavos en sus manos, cuando realiza los mismos milagros de antes o hace los mismos gestos que en la aquella ultima cena, entienden que sí es el mismo Jesús, que está vivo y transformado y ya no necesita más de puertas. La alegría les invade el corazón, la frustración se desvanece y el sueño de una vida nueva retorna ahora con mucho más fuerza.

Pierden el miedo de la muerte

La muerte era el peor enemigo de los humanos en esta tierra. Se decía que en la vida para todo se tiene solución menos para la muerte. Sin embargo, ahora con Cristo resucitado ellos encuentran que la muerte ya no tiene la última palabra. Cristo es la solución para la muerte, la vida continúa en la resurrección. Esta certeza les daba una gran seguridad delante del mundo y de la violencia. Cuando les querían callar amenazando de matarles, ellos mostraban no tener más miedo, pues habían descubierto con Cristo resucitado, que la muerte era solo una trasformación, y pasados por ella la vida sería mucho más plena. Los apóstoles, cuando experimentan la fuerza del resucitado, pierden el miedo de la muerte y las amenazas ya no les paralizan. San Pablo llega a decir: para mí vivir es Cristo y morir es una ganancia…

Empieza un tiempo pentecostal

Desde el día de la Pascua, en el primer encuentro de Jesús resucitado con sus apóstoles, él sopla sobre ellos dándoles el Espíritu Santo. A cada encuentro lo van recibiendo más y más hasta que llega a la plenitud en la fiesta de Pentecostés. Por eso, Pentecostés no es una fiesta aislada de la Pascua, sino su culminación. El resucitado quiere ayudar a sus discípulos a ser introducidos en la dinámica del Espíritu, que hace recordar todas las cosas, que anima y fortalece, que ilumina y robustece la vida, la Iglesia. Es bajo la acción de este Espíritu que los cristianos permanecen unidos a Cristo y producen frutos en la historia. También nosotros debemos vivir cada día de este tiempo pascual, que se prolonga por cincuenta días, como días de cargarnos del Espíritu de Cristo, que hace nueva todas las cosas, para que venciendo en nosotros los vicios y pecados, seamos cada vez más semejantes a aquel que nos llamó y quiere que demos frutos y que nuestros frutos permanezcan. Feliz Pascua a todos. Paz y bien.

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