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El Ciclo Litúrgico
Año solar es el tiempo que emplea la Tierra en su movimiento de traslación alrededor del Sol. Este mismo espacio de tiempo, sin las fracciones, es lo que llamamos año civil. Tiempo que cuenta –según la opinión más probable– 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos. Año lunar es el conjunto de 12 lunaciones, que componen en total 354 días, 8 horas, 48 minutos y 45 segundos.
El año litúrgico es la combinación del año lunar, solar y civil, hecha por la Iglesia en orden a la celebración sucesiva de los Misterios de la Vida de Cristo. Dicho en otros términos: la organización oficial anual que ha ideado la Iglesia para dedicar a Dios todos los días y todas las horas de la Vida del Salvador. De ello se sigue, como consecuencia, la santificación del tiempo y de los cristianos y el pleno homenaje de todo el mundo al Rey inmortal.
El año litúrgico se rige por el año lunar, ya que las fiestas movibles dependen de la Pascua. Pero también, la Iglesia ha utilizado el año solar y civil para colocar en sus días y meses muchas de las fiestas litúrgicas, principalmente las de los Santos.
De esta manera tenemos el ciclo litúrgico anual que tiene como cometido principal ayudar a comprender el alcance de la gloria y la bondad de Dios, que se manifiestan sobre todo en la obra de la Creación cósmica y de la Redención humana, es decir, celebrar esa como doble “teophanía”, manifestación del poder y generosidad de Dios.
Significado del ciclo litúrgico
El año litúrgico está organizado y, a través de él, la Iglesia cumple su misión de santificar y dedicar a Dios el año entero, en el mundo en general y en el mundo de las personas en particular, los grandes misterios de la religión, convirtiéndolos, ayer, hoy y mañana, y siempre, en pan de cada día y en elementos sustanciales de la vida sobrenatural.
Tal como está organizado, por días, por semanas, por períodos, por estaciones, resulta el Año Litúrgico, no solamente un magnífico conjunto de hazañas y hechos memorables de la obra de Cristo y de su Iglesia, a través de los tiempos y de los espacios, sino también un curso ordenado, eficaz e ilustrado de doctrina, de ascética y de mística; una reproducción viva de la Vida, Pasión Muerte y Resurrección de Nuestro Señor; una comprobación real de la acción íntima y continua del Espíritu Santo en cada uno de los creyentes y en la reunión de todos ellos, que es la Iglesia; una representación casi escénica de la vida de la Santísima Virgen María y de los Santos. En pocas palabras: El curso del año litúrgico no solo conmemora hechos, por los que Jesucristo, muriendo por nosotros, nos salva, o evoca el recuerdo de unos gestos de cosas pasadas por cuya mediación el espíritu de los cristianos, por sencillos que sean, es instruido y alimentado, sino también que la celebración del año litúrgico “tiene una peculiar fuerza y eficacia sacramental para alimentar la vida cristiana”.
La parte principal del año litúrgico gira en torno a Jesucristo, como Sol moral de la Iglesia y del Universo, su actuación punto de referencia que ilumina la conducta pública para todos, adornando y celebrando los dos grandes Misterios de la Encarnación, Navidad, y de la Redención, Pascua. Cada uno de estos dos misterios forma su ciclo litúrgico aparte, que se encarga de prepararlo y de celebrarlo, y de prolongar más o menos el eco de esta celebración.
El Ciclo Pascual. La Cuaresma
El ciclo pascual tiene incluso un tiempo de preparación remota, preparación próxima y preparación inmediata, que son respectivamente: 1) los tres domingos antes del miércoles de ceniza. Este tiempo se denomina antecuaresma y consiste, en la preparación remota para la Pascua; 2) la preparación próxima que comienza con la cuaresma propiamente dicha, que se inicia con el miércoles de ceniza y, 3) la preparación inmediata que parte desde el Domingo de Ramos o también llamado Domingo de la Pasión del Señor.
La cuaresma es hoy un período litúrgico de cuarenta días, destinados a preparar la digna celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Por lo mismo es un tiempo de mayor penitencia y recogimiento, y en que con más ahínco ha de procurarse la compunción del corazón.
El origen de la cuaresma se concuerda que está basado en los datos bíblicos, así Moisés, Elías y Jesucristo quienes ayunaron durante cuarenta días. De aquí que la práctica cuaresmal se orienta principalmente al ayuno y la Oración a lo que la Iglesia ha añadido la limosna y las obras de caridad desde la enseñanza que dio Jesús en el Sermón de la Montaña (evangelio de San Mateo 6).
Al meditar la Iglesia el pecado original y sus castigos, y los pecados y castigos de las generaciones sucesivas de los hombres, y ante la perspectiva del drama sangriento de la Pasión de Jesucristo que se avecina; empieza a usar de ciertos signos simbólicos precursores de la cuaresma. Tales son, la supresión del Gloria y el Aleluya, de los floreros y vistosos adornos en los altares y el empleo de los ornamentos de color morado.
Los cinco domingos: dentro de esa preparación los cinco domingos de cuaresma son un llamado de Jesucristo a procurar la mentalidad pascual y por ello cada domingo se van dando un elemento para entender lo que significa esa experiencia de vida pascual porque la Pascua no es solo un hecho pasado sino es un acontecimiento que cada cristiano puede vivirla. La Pascua de Jesús que se realiza como victora sobre la muerte y el pecado.
Semana Santa, La Semana Mayor
Semana Santa y Semana Mayor llama la liturgia a la última semana de Cuaresma, porque en ella se conmemoran los misterios más santos y más augustos de nuestra religión. Son días de luto, pero de un luto reconfortador, pues recuerdan la muerte afrentosísima del Hombre-Dios, y que compró nuestra redención. ¡Las celebraciones de estos días nos pintan de una manera impactante la perversidad y la ingratitud de los hombres para con Dios, y la mansedumbre y el amor entrañable de Jesús para con la humanidad!