La revolución del amor para vencer la violencia es el desafío de Colonia

COLONIA, Alemania (José Luis Fontclara, especial). Ahora que de a poco se apagan los ruidos de las multitudes y cada uno se dispone a cargar la mochila del retorno, las Jornadas Mundiales de la Juventud dejaron un gran desafío a los miles de jóvenes: la implementación de la revolución del amor para vencer la violencia.

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Jóvenes del Movimiento Apostólico de Schoenstatt en el Campo de María, donde se realizaron la vigilia y la misa de clausura (izq.). Los paraguayos del interior también estuvieron en la cita de Colonia (medio). El grupo Juan Pablo II con otros jóvenes de parroquias muestra con orgullo la tricolor. Estuvieron en la vigilia y en la misa de clausura en el Campo de María (der.).


Momentos y anécdotas inolvidables caracterizaron nuevamente las Jornadas Mundiales de la Juventud. La vigilia y la clausura convocaron a 800 mil personas, y entre ellas, 300 paraguayos.

Ubicar en esta multitud a los compatriotas no fue nada fácil -me costó dos horas-, pero la bandera paraguaya sobresalió. Era el grupo Juan Pablo II. El tereré, los sombreros pirí, remeras, camperas, la camiseta albirroja y una bandera de Paraguay de 20 metros por ocho eran distintivos de los compatriotas. A los paraguayos, sin duda, le deparan sorpresas.

Del grupo fui directo al altar donde me tocaba representar al Paraguay; me coloqué en el mejor lugar, justo detrás de donde iba a estar el Papa, y para sorpresa, valga la redundancia, encontré a otros dos paraguayos: uno era de Villarrica y la otra de Asunción. Los tres juntos participamos de la vigilia.

Los tres tuvimos hasta el privilegio de recibir el saludo del papa Benedicto XVI. El se iba rumbo al Papamóvil, cuando de repente miró, se dio la vuelta y se acercó a saludarnos; este fue el momento más especial. ¡Qué increíble! ¡Qué gusto el haber compartido esta experiencia con otros compatriotas! La ceremonia de la vigilia terminó y cada uno debía encontrar su metro cuadrado para pasar las próximas horas hasta el clarear del domingo. Los tres partimos rumbo a nuestras camas, a cielo abierto y con un frío desesperante.

Al día siguiente la recorrida por el Campo de María comencé a las 6 de la mañana, y luego de varios minutos encontré al grupo de Schoenstatt. Ellos estaban más alejados, pero también formaron un campamento con todas las banderas, en donde el que pasaba por ahí no podía dejar de ver que ese territorio era paraguayo. Eran 80 jóvenes. Juntos rezamos la oración de la mañana y compartimos la misa, en la que el Papa se mostró más alegre y sorprendido. Como estábamos retirados, tomamos por asalto uno de los caminos para poder estar en frente a las pantallas y vivimos la misa lo más cerca posible del Santo Padre.

Apenas terminó la misa y el grupo se despidió en busca de cumplir una nueva odisea, llegar al aeropuerto de Frankfurt a las 8 de la noche para iniciar el operativo retorno a Paraguay. Con la fe en la Divina Providencia salieron en búsqueda de la hazaña. Estos compatriotas llegaron ayer a Asunción.

Otros dos representantes del Paraguay, Luli y Andy -ellos estuvieron en el altar-, también experimentaron la cercanía con el Santo Padre, al cual Andy con caradurez pasó las barreras ¡y le tendió la mano! Estamos orgullosos de este compatriota y amigo que pudo sentir el abrazo del Santo Padre.

Así Paraguay estuvo representado fielmente en el Marienfeld. Los paraguayos mostramos una vez más nuestra fidelidad al Santo Padre y el nos dejó el gran desafío, un claro mensaje: "Hacer la Revolución del Amor, no con violencia, sino con amor".
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