La muerte de la libreta de almacén

Luego de décadas de salvar la comida del día, un estudio revela que la famosa libreta de almacén ha entrado en decadencia, ya que solo el 7% de las compras en los almacenes de barrio de Asunción se hace con este sistema. La libreta murió a causa de esa enfermedad tan humana llamada morosidad, dicen algunos despenseros.

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La diferencia entre el almacenero Eligio y el almacenero Alexis está en los ademanes y se nota cuando ven una libreta de fiados: el primero mueve la cabeza de un costado a otro para decir que no se fía, mientras que el segundo, la mueve de arriba para abajo, y viceversa, para confirmar que sí fía.

No se trata de ningún capricho y la realidad justifica al primero, ya que según un estudio realizado por la consultora de mercados Tendencias, si bien las despensas de los barrios siguen siendo los lugares de donde preferimos comprar casi todo lo que necesitamos, solo el 7% de las adquisiciones son con la tradicional libreta.

Hoy no se fía, mañana tampoco. Detrás del mostrador de la despensa San Cayetano, ubicada en Coronel Dionicio Lirio y Juan de Garay, del barrio Sajonia, Eligio Riveros sonríe y mueve la cabeza cuando se le consulta sobre la decadencia de la libreta. “Acá no hay fiado porque te llevan todos los productos y hay que reponer todos los días. Para más, siempre se termina perdiendo plata y clientes. A mí me deben como G. 2 millones que nunca más cobraré. Creo que por eso ya no se da fiado con la libreta”, planteó el hombre que lleva diez años en el oficio.

Buenos días fiado

No cualquiera accede a la libreta. El candidato debe tener trabajo, ya sea como carpintero, herrero o albañil. Pero la política del cinturón ajustado inventa insólitos recursos. Una de las técnicas más utilizadas, por citar un ejemplo, por un carpintero sin trabajo, pero que quiere llevar fiado, es agarrar sus herramientas y pasar frente al almacén, todas las veces que sea necesario, hasta que el almacenero lo vea.

Entonces, luego de las varias pasadas, encarga a unos de sus hijos o esposa que vaya al almacén con la libreta, seguro de que el almacenero les fiará sin problema, ya que ha visto pasar mil veces al carpintero con sus herramientas, lo que supone que tiene trabajo y que podrá pagar la cuenta.

Pero hay cuentas que no son canceladas y entonces el almacenero echa mano a un recurso tan antiguo como el hambre, la ofensa en público: exhibe la temida lista de “sinvergüenzas”.

Se trata de un cartel que se pone frente a la despensa con el nombre de todos los morosos.

Todas las libretas mueren por desconfianza. Marcial Fariña, dueño de la despensa Fariña, ubicada en 34 Proyectada y Tacuary, en el barrio Santa Ana, tiene una tesis similar a la de Eligio.

“El problema –sostuvo–, es que con la libreta, primero vienen a llevar alimentos, pero luego ya llevan bebidas alcohólicas que después no quieren pagar”.

Somos lo que fiamos

El almacén es el único lugar donde no se puede disimular: somos lo que tenemos en el bolsillo. En años anteriores la libreta de almacén era uno de los elementos de la casa más utilizado en los hogares pobres. Las más comunes son aquellas de cuadernos de 20 hojas –una raya–, pero también sirve un pedazo de cartón. La libreta aún existe y nos registra. Allí se anota lo que comemos, lo que bebemos y hasta qué tipo de jabón usamos. Muchos cumpleaños infantiles existieron gracias a la libreta.

La despensa Divino Niño Jesús, que está al costado de la excantera de Tacumbú, es uno de los pocos negocios en Capital donde aún se da fiado. Alexis Valdez atiende con su madre la despensa y comenta que unas 25 personas dependen de este método para sobrevivir. “La mayoría suele pagar G. 200.000 por mes, pero hay gente que debe más de un millón”, recordó.

Para el almacenero Eligio, es impensable que la libreta vuelva a ganar terreno; para Marcial, los propios clientes acabaron con este sistema, y para Alexis, este pacto durará mientras se pague en fecha. De hecho, en la mayoría de las despensas de Asunción ya no existe el cartel que reza: “Hoy no se fía, mañana sí”.

jorge.lombardo@abc.com.py

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